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La pesca en las redes sociales.
Por Néstor Saavedra
18 de mayo de 2025. Todo el que postea en una red social tiene una intención: puede ser por entretenimiento, crítica, una receta de cocina o enseñar una materia universitaria. Todo el que la mira, también. No existen los posteos neutros desde el punto de vista de quien los hace ni de quien los mira.
Lo mismo que sucede con la literatura, la pintura, el teatro y otras expresiones artísticas. La verdadera realización se produce cuando el objetivo del emisor coincide con el objetivo del receptor. A tal efecto, el emisor debe buscar lo que la gente desea consumir.
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Entonces, ¿debo comunicar lo que sé que la gente quiere o lo que creo que la gente debería saber aunque no le guste?. Frente a una realidad en la que sabemos que el material que tenemos disponible en redes no necesariamente está exento del carácter publicitario ni necesariamente coincide nuestra intención con la de quien lo ofrece, debemos ir más allá de si es bueno o malo.
Esa pregunta clave deberíamos hacérnosla a nosotros mismos: ¿por qué lo miro? Ahí cambia el foco. ¿Quiero entretenerme, quiero pasar el rato, quiero aprender? Entonces, más que si es “bueno o malo”, podremos decidir si es de nuestro agrado y si satisface o no mi propósito.
Si quiero aprender a hacer una línea de pesca o a encarnar, por ejemplo, me será mucho más útil un video de técnicas o de tutoriales, en lugar de un video en el que solo se observe una salida de pesca con los piques y capturas. Por el contrario, si quiero despejarme, disfrutar, “cebarme” para una próxima salida, probablemente un tutorial de pesca me resulte aburrido y, por el contrario, miraré un video con grandes capturas, en la modalidad que más me guste y con la mejor calidad de imagen y sonido.
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No obstante, debo seguir siendo crítico, porque el consumo indiscriminado de estos últimos videos tiene un gran riesgo, concomitante con su popularidad. Es lo que llamo, perdón a las almas sensibles, “pornografía de la pesca”.
Vale la aclaración: cuando miramos abusivamente videos de pescadores “exitosos” corremos los mismos riesgos que los Psicólogos adjudican a la pornografía: no separar fantasía de realidad y creer que repetiremos esa situación. Nuestros deseos, ya activos de por sí, se exacerban al punto que nos desdibujan la realidad. Y esto sucede en función de disfrutar lo que vemos, lo cual es muy normal, porque nadie va al cine pensando que Titanic son actores trabajando en una pileta.
Entonces, sin reflexión, podemos llegar a creer que el éxito en la pesca se logra automáticamente, que sólo pesca bien el que tiene mucho dinero o que ese tamaño de pez es lo mínimo que nos satisface. Creemos que la base de la felicidad es esa rubia impresionante o ese morocho escultural. Grave error que nos aleja de la realidad, también en la pesca.
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¿Qué hacer?
Simplemente buscar los videos que me hagan bien, que me distraigan o me ayuden a pescar mejor y no creer que los ciervos son los animales más buenos del mundo, porque lo dice Disney, o que esa rubia o ese morocho son mis únicas oportunidades reales para pasarla bien en la vida.
El gran éxito de muchos influencers en otras áreas es que se identifican con sus seguidores: son uno más de ellos con el solo privilegio de poder y saber comunicar. No se expresan como si estuvieran subidos a un púlpito y crean más una relación de igualdad que de desequilibrio. Saben que tienen el carisma y las herramientas pero generan un vínculo desde quienes simplemente están del otro lado del celular.
No hay manera de cimentar un personaje en la mente de los seguidores que no sea remarcando algunas de sus características. Pueden ser frases, reacciones, actitudes ante un pique o frente a una clavada errada y hasta su ropa o el horario en que sube sus posteos. Todo hace a crear una imagen.
En nuestros días, la inmediatez de las redes sociales nos permite notar hacia qué lado se orienta ese personaje. Las características que tenga lo hacen apreciado por unos y abandonado por otros. Casi podríamos hacer una lista de comunicadores templados o efusivos, de costa o de embarcado, de agua dulce o salada, de ropas raídas o elegantes, de habituales pescas o teóricos y muchas otras divisiones que, en buena hora, nos permiten elegir. Nadie nos obliga a ver nada; tampoco a la rubia impresionante.
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