El fotógrafo de Fine Art Print reconocido en el mundo es un enamorado de la pesca , pasión que nació en su infancia cuando, afectado por una enfermedad coronaria, no podía hacer actividad física y aprendió a disfrutar del mundo subacuático en los lagos de Palermo. Hoy, devenido mosquero de excelencia, supo ser compañero de aventuras de Mel Krieger, quien le encargó nada menos que su testamento en imágenes.
“A partir de las sombras aparecen las luces. Nací muy enfermo, con una cardiopatía congénita que me afectaba con cinco problemas coronarios, por lo que yo viví los primeros siete años de mi vida literalmente quieto. Dicen los que saben que en los primeros años de tu vida desarrollás tu personalidad, tus sensibilidades. Y yo, por mi impedimento, me convertí en un gran contemplativo. Creo que eso marcó mi vida y mi fotografía tiene que ver con aprender a mirar no desde la mirada sino desde el corazón, que tiene que ver con lo contemplativo. Mi vieja, como yo no podía jugar al fútbol ni andar en bicicleta, me llevaba al Planetario, donde yo estando quieto aprendí a disfrutar de la pesca de chanchitas, de dientudos, de mojarritas, que sin que nadie me lo dijera yo ponía en un frasco, miraba todo el tiempo que duraba la pesca y luego largaba de nuevo al lago. Hay que revalorizar a la mojarra: como decía Zapico Antuña: si pesara dos kilos sería el pez mas fascinante del planeta para pescar”.
El que habla es Diego Ortiz Mugica, fotógrafo, pescador mosquero y gran amigo de Mel Krieger, a quien retrató para su coffee table book llamado Fly Fishing Moments, obra que fue elegida Libro del año en su momento. Actualmente expone en Buenos Aires una obra muestra sobre Pedro Aznar, mientras trabaja en confeccionar un libro con fotos del Delta (sucesor de su premiado libro sobre fotografías de Parques Nacionales) y se apronta, en febrero, para hacer un libro de fotografías con un monje budista amigo del Papa Francisco.
“Así empezó mi vínculo con la naturaleza, siendo un chico que no podía caminar del auto al lago. Quieto, pescando, tomando aire de esa manera, sintiéndome mas humano, establecí un vínculo con la actividad y nunca lo dejé. Ya curado tras una seria operación, mi familia se anotó en un club de tenis y yo los acompañaba, pero en vez de ir a las canchas me iba con las cañas al lago. Mi vida era estar en los lagos de Palermo. Con el tiempo empecé a pescar en verano en el mar y ya más grande empecé a pescar en el delta. Con un primo hermano, Pablo, compramos un bote, con un motor de cinco caballos, y nos íbamos a pescar pejerrey al Río de la Plata. ¡Con un 5 hp!. De adolescente empecé a viajar a la Patagonia, me di cuenta que era mi lugar en el mundo y cuando hice unos pesos, compré un terreno en Bariloche. Actualmente a los 51 años, paso allí cuatro meses al año, no casualmente de diciembre a abril, mientras dura la temporada de truchas.
Soy un enfermo total de la pesca, a tal punto que ya no pesco: el año pasado floté 19 veces el Limay, con un bote personal, propio, y de esas 19 veces, solo dos pesqué. Yo disfruto llevando amigos a pescar mucho mas que pescando yo. Soy un guía ad honorem, que lleva gente a pescar o a hacer fotos. También doy cursos de fotografía en la Patagonia: uno de los programas es ir al anfiteatro, a la zona del Valle Encantado con el bote, y llevar gente a estas flotadas a hacer fototravel. Conozco muy bien la primera y segunda sección del Limay.
-¿Nació en Patagonia tu pasión por la mosca?
Si, en San Martín de los Andes, cuando tenía 15 años, vino el marido de una prima mía con una caña súper pesada, un Pflueger Medalist, una línea medio verde que con los años entendí que era una sinking tip, y empecé casteando a lo gaucho. Elegía las moscas que me gustaban sin saber nada al respecto, y me largué. Las primeras lecciones me las dio un guardaparques en la cancha de San Martín de los Andes. Empecé a ir al Lacar, al Chimehuín y de a poquito fui evolucionando. A los dos años me compré mi primera caña de mosca ¡en una casa de canje de Puente Saavedra!. También tenía un Medalist Pflueger y después ya me compré una caña Pfluegger de fibra de vidrio que en su tiempo era un fórmula uno.
-¿Quién pulió tu estilo?
Mi gran maestro fue Daniel Colnaghi. Me tuvo un mes y medio con la mano izquierda atada, solamente corrigiendo la derecha, haciendo levante y tendido. El ha sido el maestro del 50 % de los tipos que pescamos con mosca en Argentina hace más de 20 años. Luego tuve muchos amigos que me enseñaron, Andrés Morenza, Darío Pedemonte, y después empecé a ver los videos de Mel Krieger y participar de sus clínicas en el KDT que convocaba la Asociación Argentina de Pesca Con Mosca. Yo ya era un buen pescador allí, con las clases de atado que me daba Andrés Morenza, a las que yo caía con 50 moscas Wooly Bugger en vez de las 2 o 3 que nos pedía de tarea… soy un enfermo. Pero tengo muchas horas de río, no soy un pescador de bar. Estoy en el río, estoy con pescadores, conozco a los guías, tengo mi bote propio, comparto información. Conozco el Limay como el living de mi casa, especialmente la segunda sección. Y me paso todo el tiempo observando el lugar, se cuando entra la trucha, hablo con amigos como el pelado Resigliano, gran guía del sur. Soy un enamorado de pescar lagos como el Guillelmo, el Roca o sobre todo el Hess. Voy a la medialuna, al Mascardi, como te dije, tengo horas en el agua.
-Después de pasar por esos maestros llegó el “posgrado” con Mel Krieger…
La experiencia de hacer el libro con Mel Krieger me permitió estar muchas horas en el agua y con los mejores. Los pilares fueron Guillermo Ricigliano, el tano Baruzzi, Oscar Dono, el Banana -una eminencia en esa zona- junto con Panchito Panzer. Pero como decís, lo de Mel fue como la frutilla del postre. Fue un trabajo que hice hace 5 años, cuando Mel tenía 77. Fueron tres temporadas, dos de fotografía plena y una de celebración, porque Mel me decía “no puede ser que te hayas pasado todo el tiempo con la cámara en la mano” y nos dedicamos a pescar y disfrutar. Salió un libro de fotografía de autor llamado Fly Fishing Moments que fue concebido como Mel me lo pidió: un testamento. Fue como mi licenciatura en pesca hacer este trabajo.
-Krieger dice en ese prólogo que muchos de sus héroes fueron escritores, relatores de la pesca y sus aventuras. Pero dijo que tuvo también otro tipo de héroes, esos que logran que las palabras no interfieran con la verdadera comunicación. Y que Diego Ortiz Mugica sabe poner esa imagen que hace que sobren las palabras.
Particularmente el trabajo con Mel para mí fue un sueño. Estaba pescando con el tipo que hacía los videos con los que yo aprendí a castear. El día que me llamó a mi casa Mel pensé que era un amigo que me estaba haciendo una joda… trabamos una amistad importante finalmente junto a los guías que me abrieron el juego para que yo participara. A tal punto nos hicimos amigos que participé, a pedido de Mel, de la guarda de sus cenizas en la boca del Limay. La mitad de sus cenizas están en un río de California y la otra mitad en el Limay, enfrente a donde hice la tapa del libro. Pusimos un monolito, se hizo una ceremonia con un montón de amigos, y allí sigue Mel, con el monolito con su foto arriba. Volviendo al libro, programamos la muestra de fotos de ese libro en Nueva York y él puso la fecha del 7 de octubre, hace cuatro años. E hicimos un pacto: que yo iba a hacer este libro que fuera su testamento y él no se iba a morir antes de terminar el trabajo. Y él se murió el 7 de octubre de 2008, el día de la inauguración de la muestra. Se enfermó cuatro meses antes y se murió ESE día. Según Fanny, su mujer, Mel se murió a las 4 de la tarde que era lo que a él le llevaba volar de San Francisco a Nueva York. Se murió el día de la inauguración de la muestra. Yo me enteré a la noche, tras haber inaugurado la muestra. Al otro día, teníamos que dar una charla en el Anglers Club de Nueva York, mejor dicho, él tenía que dar una conferencia con mis fotos. Y a pedido de su mujer, di yo la charla, con mi mujer llorando toda la conferencia en el fondo, con mi galerista llorando toda la conferencia en el fondo del salón… y con la tristeza de todo el mundo al verlo a Mel en esas imágenes y saber que había muerto el día anterior. Yo sabía en la última etapa que Mel iba a morir, intuía que a sus 80 no se iba a escapar de la enfermedad. Hay cosas que están como prescriptas y uno sabe que van a pasar… pero Mel tenía 365 días del año para morirse y eligió justo ese día. Lo tengo muy presente siempre, en mi cabaña tiene un retrato en un lugar especial. En el último viaje, cosa que nunca había hecho, me dejó cosas, cañas, cosas especiales… ¡que forma tan sutil de decir adiós!
-¿Qué te dejó Mel además de esos recuerdos?
Me dejó una gran certeza. No me dejó nada nuevo, aunque suene soberbio, pero me ayudó a confirmar muchas cosas que yo creía. En Argentina, los que pescamos con mosca hace mas de 15 años (yo hace 35 que lo hago) nadie puede decir que no es un autodidacta. Todos nos fuimos perfeccionando a los ponchazos. El me enseñó a pescar en Spey Cast en Villa La Angostura, con una caña de dos manos que me regaló. Pero la más grande de todas las lecciones es que “todos pescamos para estar ahí”. El contacto con el pescado es el 5% del tiempo que invertís en la pesca. La pesca en realidad empieza cuando empezás a soñar con el viaje, a comprar equipos en el local, a tomar un café con tus amigos….¡ahí ya estás pescando!. Yo ya tengo todo, pero siempre voy a comprar algo que es para sentir que no te desvinculás, que pertenecés, que aprendés.
– Ya sabemos como empezó el pescador y a qué llegaste. ¿Cómo empezó el fotógrafo Diego?
Una vez en el Juan XXIII, colegio de Belgrano, me corrían unos chicos más grandes, y yo me oculté en una sala oscura. De repente veo gente adentro, murmurando, tirando un papel blanco en una palangana con agua. Los tipos no me echaron. Era un viernes y funcionaba en el Club de Fotografía. Yo empecé a hacerle preguntas a los tipos y ellos me explicaban qué estaban haciendo… de repente se acabó el recreo, a mi me buscaban por todos lados, empezaron a los gritos con mi nombre hasta que salí. Me pegaron una felpeada bárbara… pero al llegar a casa, como era fin de año, le dije a mi mamá: el año que viene quiero anotarme en el Club de Fotografía del colegio. Y fui el primero en anotarme. A los 15 años ya era reportero en una revista de Rugby.
-¿Cómo?
Era amigo en el colegio de Mariano Condoleo, hijo de Hugo Condoleo, gran jugador de Rugby, y me invitó a ver la final la final de Banco Nación-CASI. Yo iba de amigo de Mariano. Hugo esperaba que llegara el fotógrafo de la revista más importante del momento, pero le avisaron que el fotógrafo había chocado con la moto y estaba en el hospital. Mariano le dijo que me diera cámara a mí, que era “el fotógrafo del colegio”. Y me hicieron una credencial de reportero… ¡entré a la cancha preguntando quien era Hugo Porta y Travaglini!, no conocía a los líderes de los dos equipos… Y les hice la foto a los dos, posando, y durante todo el partido hice fotos que fueron la tapa de los siguientes tres número de la revista Rugby XV… pobre, el pibe de la moto no volvió nunca más a la revista, quedé yo. Y ahí sentí que nací para esto y desde entonces estudié como un animal, me perfeccioné en fotografía comercial, hice cursos específicos, trabajé 11 años en un proyecto de la Fundación Bellas Artes donde se restauró toda la pintura colonial de caballete del norte argentino. Me volví un fotógrafo muy técnico. Simultáneamente me hice fotógrafo de marcas de primera línea y también entré como fotógrafo de Orvis, tanto para Argentina como para el exterior. Así fue como corolario de todo esto apareció Mel hace siete años. Hoy me divierte mucho hace fotografías bajo el agua con camaritas caseras. Paralelamente iba haciendo un libro de fotografías de Parques Nacionales Argentinos que me llevó 14 años.
-¿Cuántas fotos se hacen y qué porcentaje llega al libro en estas producciones de arte fino?
Estos libros de Fine Art Print llevan entre 60 y 10 fotos. Soy de la vieja escuela, trabajo la toma, trabajo en película… y aprendí a no tirar un millón y seleccionar sino a shootear cuando tenés la foto.
-Por último y agradeciéndote que nos hayas permitido conocer tu vida detrás de una cámara y una caña ¿Cuáles son tus planes a futuro?
Estará hasta fin de año la exposición sobre Pedro Aznar En Escena, muestra en la galería Lila de Córdoba 5222. Son fotos que le hice durante los últimos siete años. Otra exposición con fotos de mis alumnos se ven en la galería del Gran Splendid, con una muestra de lujo. Y profesionalmente estoy hace un año y medio trabajando en el Delta, haciendo un libro que no tiene plazo final de entrega, y que terminaré cuando crea que ha terminado la labor. En febrero estoy esperando un regalo de la vida: haré un libro con Brother David, un monje benedictino, de 87 años, monje de la iglesia Apostólica Católica Romana y doctor en filosofía Zen. Es austríaco, un gran filósofo y pensador citado por el Papa todo el tiempo, como al Dalai Lama. Lo conocí este año y vuelve a Bariloche en febrero y haremos un libro de frases y pensamientos de Brother David ilustrado con mis fotos.
Por Wilmar Merino – Fotos: Wilmar Merino y Diego Ortiz Mugica
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