El hombre lobo de Ushuaia
Creador del Valle de Lobos, es el único argentino que compite en trineo tirado por perros en las pruebas mas duras del mundo. Como las de Iditarot, en Alaska (que tiene mas muertes que el Dakar) y la nueva de Rusia que marcará el final de su carrera sorteando 2200 km a 40 grados bajo cero entre Kamchatka y el estrecho de Bering. Un personaje de leyenda cultor de un oficio que no tiene reemplazantes.
Por Wilmar Merino
El Gato Curuchet es el único argentino que compite en carreras de trineos tirados por perros en el exterior. A sus 1800 km en Iditarod, Alaska, que lo vio competir nueve veces, le sumará un desafío mayor que pondrá fin a su carrera: una competencia en Rusia, en marzo de 2016, entre la península volcánica de Kamchatka, en la Siberia, y Yukotchka, cerca del círculo polar ártico. Este recorrido extremo en el hielo por 2200 km, lo someterá a temperaturas de 35 grados bajo cero. Y se viene preparando desde ahora… o mejor dicho, lo viene haciendo toda la vida.
Porque para entender cómo un ser humano puede soportar desafíos así, hay que tener en la sangre tenacidad, y fortaleza mental para no claudicar durmiendo apenas 2 a 4 horas por día y atender a los perros antes que a sí mismo: “es que ellos tienen que estar bien, incluso por vos!. Cuando te caes con el trineo en un arroyo helado, el que te va a sacar de ahí es el perro”, explica.
Toda la historia de vida del Gato lo lleva construir esta personalidad fuerte, resistente a toda adversidad. Pero optimista por sobre todas las cosas. Por eso construyó de la nada el Valle de Lobos, su lugar en el mundo, en el valle Carvajal, cerca de Ushuaia. Allí lo entrevistamos y nos tira en una frase toda una definición de vida: “A veces no tenés que ir donde está todo hecho, a veces tenés que ir donde no hay nada hecho y hacer todo vos”.
Curuchet viene de Tandil, donde de niño “no me preguntes porqué”, soñaba con Alaska, paraíso deseado que era parte de mis juegos. “De ahí me viene Gato, porque siempre me tiraba la montaña, me iba a la piedra, me trepaba en los árboles. Y el apellido Curuchet viene de Curucheta, pueblo vasco francés que significa `lugar de la cruz´. De allí vino mi bisabuelo. A los 8 años, en Tandil, hice un dibujo de una cabaña alpina, con un horno de barro al lado… es igual a la que hoy tengo en Valle de Lobos. Le mande una foto a mi mama y ella recordó aquel dibujo de la cabaña, el bosque, las montañas con nueve, el chorrillo y unas florcitas de colores rosaditos que yo pinté de niño en ese dibujo, y que yo creo que es mi hija Lucía, la única femina que nació acá”.
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“Nací entre pinos, ahora vivo entre lengas. Mis padres están debajo de la sombra de un roble que planté cuando era niño. Hay cosas que vos ni sabés que las sabés, vienen de antes de nosotros, hablo de cosas rústicas como trabajar una madera o construir algo… uno siente que le viene de antes, un aprendizaje que ya le viene a uno y uno solo lo mejora. Eso me pasó con Alaska, siempre quise ir allí… De niño tenía pasión por Alaska y mis juegos eran pensando en Alaska. Cuando terminé el servicio militar quise irme a Alaska. Llegue a tierra del fuego, con la idea de abordar un barco que iba para allá”.
Pero el destino tenía otros planes para el Gato: como faltaban cinco días para que llegase el barco, se fue a conocer Laguna Esmeralda y otros paraísos fueguinos… al volver se encontró con la infausta noticia de que el barco que iba a Alaska llegó antes de lo previsto y ya había partido. Ahí se truncó el sueño alaskano y entonces Curuchet se fue a bucear a Brasil. “Hice la colimba en Santa Fe, en Santo Tomé, donde aprendí el oficio de buzo táctico, porque buceábamos en ríos donde no había luz. Aprovechando eso cuando se frustró lo de Alaska me fui a Brasil. Conocí a Vinicius de Moraes, Toquinho y María Creuza, en un bar adonde nosotros le llevábamos las langostas que pescábamos buceando con mi amigo Mingo, otro compañero de colimba”. Llevaba una vida bohemia, pero extrañaba la nieve. Y al poco tiempo le dijo a Mingo: “me vuelvo a Ushuaia”.
“Me vine al sur de nuevo y conocí a mi primera mujer, Carmen, una ex empleadas de Aerolíneas. En una ocasión la había metido en los hielos continentales, hacíamos un documental para La Aventura del Hombre, íbamos llevando los perros en helicóptero y cambió el tiempo y no pudieron seguir subiendo. Nos quedamos 7 días en un refugio esperando que volviera el helicóptero… tenía una perra llamada Nube que lo percibió al fin el regreso del helicóptero. Carmen se volvió… no sin antes decirme un montón de cosas. Por eso cuando le digo de ir a Alaska, sueño que todavía tenía pendiente, ella no quiso saber nada. Me dice… `vamos a Alaska pero también a la playa`… negociamos una semana en Cancún, otra en el hielo”.
Finalmente Curuchet cumplió su sueño de ir a Alaska, convivir con los Inuit, y aprender todo sobre la práctica de los trineos tirados por perros, renos y otros animales de tiro, una práctica milenaria en las zonas árticas o nórdicas como medio de transportes. Hoy siguen llegando donde no llegan los “snowcats” o motos de nieve. Luego se perfeccionó en Europa y en EE UU. Convivió con esquimales y se dedicó a las largas travesías. Curiosamente, al cumplir el sueño de su vida, sintió que su lugar no estaba allí donde había soñado. Sino en Ushuaia. Pero Alaska siguió presente en su vida: de allí se trajo su primer perro siberiano, Karut, cuya imagen ilustra el logo de su centro invernal Valle de Lobos.
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“Karut fue mi primer perro, y Chepatch –cormorán en lengua yagán- fue mi primer perra. Era una perra áspera con la gente de afuera, pero hermosa conmigo. El husky es de carácter fuerte, dominante, independiente. El perro viene de una zona donde su genética lo obliga a pelear para vivir. Mata animales y se defiende de no ser presa. La gente de la ciudad cree que las milanesas crecen en el campo, pero no se hace cargo de que matás animales… si tenés muebles en tu casa también mataste una planta… no hay que ser determinantes y creer que la cosas son como unos las dice nomás. Los perros me llevaron a vivir experiencias primitivas. Esta actividad tiene más de 4000 años. El vínculo con el perro lo empezás desde que es cachorro. Yo me dedico a la cría de perro para trineos hace 40 años. Elegimos los padres los cachorros, formamos un líder, construyo mis propios trineos con lenga y metal… esto es una pasión”, resume.
Y ya con los perros y lo aprendido en Alaska, Curuchet decidió “hacer todo allí donde no había nada” y buscó el lugar adecuado para construir su propio centro invernal. “Valle de Lobos nace después de estar dos años buscando un lugar por el tema de la nieve. Este es el que más me gustó, por tener un río pequeño que da agua todo el año. Lo conocí en verano y clavé un palo de 2 metros en el suelo. Volví en invierno y el palo estaba. Hice una cabaña pequeña, luego un bodegón, las actividades fueron cambiando, tengo un taller donde construyo los trineos, las mantas de los perros, los arneses. Aquí vivo y aquí me preparo para las carreras. Hoy tengo 75 perros”.
“Corro carreras de larga distancia. En la de Iditarod, Alaska, la carrera más importante que hay en el mundo, recorremos 1850 km durante 10 días con los trineos y los perros. Somos un equipo con los animales, hay una simbiosis total. Los perros tienen un gran cuidado durante la carrera, usan botitas para la nieve, porque cuando el perro pisa abre los dedos y se puede lastimar. Es que esa piel flexible entre dedos se lastima con los cristales de nieve. Por eso les paso aceite para que no se cristalice la piel entre los dedos… son atletas a los que hay que cuidar, por eso les llevo botas para noche y botas para día… de tres tamaños, porque no todos los perros tienen el mismo tamaño de pata. Les corto las uñas para que no las dañen. Siempre les doy comidas calientes, les hago masajes. Solo el pescado se lo doy frio”.
“Los perros desayunan carne y agua caliente. Carne, pescado, grasa, hígado, complejos vitamínicos, aceite de pescado y alimentos balanceados. No tienen problema en dormir en círculos en la nieve en condiciones normales. En la carrera llegamos a tener 40 grados bajo cero. Se corre día y noche, cada 6 días tenemos una parada de 24 horas para descansar. Los perros no se cansan, el problema somos nosotros que no aguantamos la carrera. Son competencias muy duras, no llevás elementos de comunicación, nada…”.
“La que se viene en Rusia, será peor. Se llama Bering y son 2200 km. Se hará en marzo de 2016. Largamos en Kamchatka, a la altura de Anchorage, y llegamos cerca del círculo polar, a Yukotchka, con cerca de 44 grados bajo cero. Me voy en noviembre a entrenar a Kamchatka y no puedo llevar mis propios perros porque tienen el pelaje cambiado con respecto al hemisferio norte así que me tengo que adaptar a perros de allá”.
“Consumo unos 170 kilos de equipo. En Iditarod cruzo 23 pueblos, y por cada pueblo dejo una bolsa con mi nombre, para ser usada: contiene alimento de perros, ropa seca para mí, pilas, linternas de mano. Y yo tengo encima una que tiene un mecanismo casero para pegarme en el pecho y que se encienda, porque a veces ni podés mover los dedos para apretar un botón. Y eso sorprendió a más de uno. Es que a veces estas entre gente tan grande que vos te menosprecias. Pero muchas veces te das cuenta que vos también tenés cosas que sirven. Yo, por ejemplo, no como lo que comen otros competidores, como con los inuit. Mientras los gringos se hacen comidas secas que hidratan con agua, yo le entro con los Inuit al hígado de Caribou, con panceta, dos huevos… ¡proteína pura!. Ellos me ven como un igual, los otros competidores no, me ven medio indio”.
Por ahora, el Gato y sus lobos siguen dando batalla allá en el sur, junto a su nueva mujer, la “gringa” Evelyn Bendjeskov, una cineasta checa que fue a buscar escenarios para un largometraje y se enamoró del ermitaño que convive con los lobos en el fin del mundo, sin agua ni luz eléctrica, salvo las que ellos mismos generan usando generadores. Pero los días de travesías estoicas van llegando a su fin, y este hombre que eligió su lugar en el mundo a 3020 km de Buenos Aires dice con pesar: “ésta es mi última camada de cachorros. Me retiro. Lamentablemente esta actividad, para nada redituable, no tiene continuadores. Quedamos 4 o 5 nomás”. Pero Así, con el último aullido que se escuche en Valle de Lobos, dentro de unos años, una tradición habrá muerto. El hombre que conoció de boca de los viejos pescadores de centollas los mitos e historias del Canal Beagle, también se hará leyenda..
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Sobre cómo entrenar un perro líder
En carrera el trineo es llevado por 16 perros, cada uno con su posición y con una función específica, como si fuera un equipo de fútbol. “Son 25 metros de perros alaskanos y siberianos calzados”, dice El Gato, que les pone botas para competir y los conoce al detalle a cada uno, sabiendo en cada momento como están con sólo mirarlos. Cada grupo de tiro tiene un líder: el musher duerme entre ellos para entablar una mayor comunicación. A veces, suelta al líder para que este busque la huella. Luego van los que marcan el ritmo de la marcha y detrás los que le dan la fuerza. En Alaska, pasan cerca de búfalos, alces y renos. Respecto de cómo forma ese perro clave que es el líder, nos cuenta: “Entrenar un líder lleva mucho tiempo. Empezamos seleccionando los padres, por su estructura. Vemos si la madre tiene buena leche. Una vez que tengo los cachorros, al tercer día de nacido detectamos cuál tiene más olfato (porque el cachorro tiene los ojos cerrados) alejándolos unos 20 cm de la madre. El que tiene más olfato huele a su madre, y llega más rápido. Puede ser macho o hembra el perro alfa. Ese líder va a ir directo a la madre y a la teta de atrás, que es la que tiene más leche. El cachorro de mas olfato no va a fallar, eso lo aprendí de los Inuit. A ese le meto mi lengua en la trompa, mi saliva, para que me empiece a reconocer. Empiezo luego a destetarlo y le doy leche de bebés y balanceado de carne molida… empiezan a saborear. Se lamen unos a otros, porque se enchastran. El cachorro líder, el de más carácter, se instala en el medio del plato, gruñe y come, espanta a los demás. Si saco ese cachorro, los demás comen todos juntos sin problemas, pero ese primero es el que se sacia”, cuenta el Gato, apodo paradójico para este hombre que ama los perros y los hace vivir sus aventuras. Pero que también, cuando llega el momento, los hace morir. “Con todo el dolor del alma cuando sé que no hay solución posible yo mismo los hago morir con una inyección. Los acompaño hasta el final”. Y con cada adiós, algo también muere dentro de él.
Solidaridad “sudaca” que le valió el premio al Deportista del Año
“Cuánto más contacto tengamos con los animales, mejores personas nos volvemos”, suelta Curuchet entre mate y mate. Y un claro ejemplo de ello se vio cuando en la competencia más dura del mundo lo premiaron por ser el Deportista del Año. “Cuando se termina la carrera en Iditarod vos tenés que pasar por un lugar ante el comité en donde dejas tus sugerencias para mejorar las futuras competiciones. Yo no sé mucho inglés, y los Inuit encima hablan más cerrado todavía. Y en un momento me dicen que me retirara… me sentí discriminado… y cuando me voy a ir me dicen encima `tiene que salir por aquella puerta`. Me fui masticando bronca y al salir por la puerta indicada veo que entro como a un teatro y empiezan todos a aplaudir: era el lugar por donde salía el que era elegido como Mejor Deportista del Año. Yo no entendía que pasaba, salí re caliente, pensando que me habían descalificado. Y aparece el traductor y me dice que había ganado el premio al Deportista del Año y yo digo `La puta que los parió!` Y salió todo por el micrófono ante todo el teatro… ¡Los gringos se mataban de risa!. Me dieron un premio al mejor corredor por haber asistido a otro corredor en problemas, postergando mi posición en la carrera. Eso tenemos los sudacas, yo siempre llevo alambre, cinta silver y un hacha… cuando vi el trineo roto corté un palo con un hacha, usé alambre y cinta, se lo arreglé y ese tipo siguió en carrera. Y a mí me dieron el premio. Es que ¿Cómo no va a ayudar a alguien en una carrera donde andás sin elementos de ubicación y sin medios de comunicación? La gente no sabe lo que es Iditarot, pero es peor que un Dakar, ha muerto más gente que en el Dakar. A 40 grados bajo cero, no se jode”.
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