Conociendo el Highline, un deporte o una aventura extrema.
En Argentina podemos encontrar a quienes lo practican en las sierras de Córdoba, sobre los lagos de la Patagonia y hasta en una fábrica abandonada en Pilar. Por Daniel Flores para La Nación Turismo.
Petrificados. Duros como piedras. Así, dicen, muchos novatos quedan al intentar debutar en el highline, quizás el más extremo de los deportes extremos que se practican hoy. Hasta que se encuentre un pasatiempo más extremo que caminar sobre una cinta de una pulgada de ancho suspendida a más de 20 metros de altura, como una versión alpinista de la cuerda floja circense.
Unos pocos vencen esa sensación, el entumecimiento, se destraban y se largan a caminar por la cinta y ya no se bajan más. Se hacen adictos. La mayoría, en cambio, jamás supera la fase uno de petrificación. Se quedan ahí, duros, aunque hayan llegado a esa instancia con todo el entusiasmo, toda la actitud.
Entre el primer grupo está Benjamín Sosa, 34 años, highliner tiempo completo. Ex rugbier de CUBA, dejó por el highline su trabajo como corredor de productos agropecuarios. Un caso particular por varios detalles: es uno de los organizadores del FAH, Festival Argentino de Highline, y protagoniza el flamante documental Instante presente, sobre este deporte, filmado en Villa la Angostura.
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Y la mayor parte del día piensa en el highline. Lo que quizás lo lleve a perder el equilibrio… en algunas observaciones. O a exagerar, como cuando dice: “Esto lo hace cualquiera”.
¿Cualquiera, en serio? No parece tan sencillo caminar por una cinta suspendida entre dos montañas a decenas de metros de la roca más cercana, sin petrificarse. Aunque el cuerpo se sujete por un arnés a la cinta. No parece fácil ni con todas las medidas de seguridad. Porque mucho antes de que ocurra ningún accidente hay que… animarse a dar ese primer paso.
“Lo hace cualquiera. Cualquiera que esté dispuesto a tener una batalla con su cabeza”, aclara entonces Benjamín, pies sobre la tierra.
Así puede ser. “Por supuesto que la sensación es muy antinatural -avanza con cuidado-. Cada vez que te subís, tenés miedo. Pero de eso se trata, de enfrentar al miedo y superar esa traba mental. He visto muchísima gente que lo intenta con todo el entusiasmo, pero no da un solo paso, se baja y no sube nunca más. Y otra, que llega sin grandes expectativas y lo consigue. Quizás es porque escucha menos sus propios pensamientos…”
A pesar de lo básico del planteo, el highline es un combo complejo en el que se combinan la escalada con la meditación, la acrobacia y la expedición. Derivado del montañismo, se originó en California, como tantas otras disciplinas radicales, desde el surf hasta el skate. Su antecedente inmediato es el slackline, en el que cintas similares se ajustan a poca altura, usualmente entre árboles, como se ve los últimos años por varias plazas porteñas. Otras variantes de la misma familia son el trickline (haciendo trucos en la cinta de slack), el longline (mayores distancias) y el waterline (lo mismo, pero sobre ríos o lagos).
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Las líneas tendidas
Si bien el slackline se ve cada vez más en espacios públicos, el highline cuenta apenas con medio centenar de cultores en la Argentina. Dos semanas atrás, Capilla del Monte, Córdoba, fue sede de la tercera edición del FAH. En un cañadón de Los Mogotes, cerros donde ya hace tiempo están colocados algunos anclajes para tender líneas.
Con apoyo del municipio y los vecinos, ya acostumbrados a recibir a los locos de las cintas, hubo demostraciones, clínicas para principiantes y unos 70 participantes de distintos rincones del país y de Brasil, Chile, Perú, Colombia, Panamá, México, Francia e Inglaterra. Hombres y mujeres de entre 18 y 50 años. Un brasileño marcó el récord sudamericano en distancia: caminó 135 metros. Brasil es la potencia regional en la materia.
“El objetivo es educar a la gente para que esto sea una práctica segura, a pesar de las apariencias. Esto es menos peligroso que la escalada, pero ciertamente el peligro se percibe más porque uno está sentado en el vacío. Justamente por eso las medidas de seguridad se extreman. La gente que practica highline es muy metódica y cuidadosa. En 30 años, sólo hubo una muerte dentro del deporte y fue por usar materiales que no eran óptimos”, explica Benjamín, que además se dedica a ensamblar y vender un kit de cintas y malacates, marcaPump Slackline, accesible y fácil de armar. El equipo básico cuesta unos 2000 pesos.
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Breve guía highline de la Argentina
1. Los Mogotes, Córdoba. En Capilla del Monte, muy cerca del Uritorco, es uno de los lugares con más líneas para caminar, en distintas extensiones y alturas, y donde se lleva a cabo desde hace tres años el Festival Argentino de Highline.
2. Salto del Chorrillo, Santa Cruz. Cerca de El Chaltén, es uno de los primeros sitios donde se tendió una línea de highline. Lo hizo, unos diez años atrás, el norteamericano Dean Potter, héroe de los deportes extremos y del highline en particular, fallecido el año último en un accidente al realizar un llamado salto base en Estados Unidos.
3. Los Gigantes, Córdoba: otra locación mediterránea muy apreciada por los highliners, en el centro oeste de la provincia. “Todavía queda mucho por explorar”, dice Ezequiel Ruete.
4. Piedra Parada, Chubut. Próximo a Esquel, es el sitio de escalada donde Benjamín Sosa marcó su altura récord caminando sobre una cinta: 80 metros.
5. Cerro Tres Monjes, Neuquén. Junto al brazo Huemul del lago Nahuel Huapi, aquí es donde Benjamín Sosa concreta la principal travesía del documental Instante presente, coprotagonizado por el esquiador Manu Fombeurre y producido por AlturaFilms Patagonia, con el apoyo del gobierno de la provincia patagónica.
LA NACION
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