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Joe McCallen, de 63 años, ha cartografiado 160.000 km de carreteras para el mapa inmersivo de Google. Y no planea detenerse.
Por Hank Sanders – The New York Times
26 de mayo de 2025. El anuncio de trabajo en internet era enigmático. Se necesitaba un conductor, eso lo sabía Joe McCallen. ¿La misión? Era secreta.
Cuando se subió al Honda HR-V tuneado —equipado con una torreta de 3 metros en el techo, una pantalla personalizada que cubría la consola central y un asiento trasero lleno de computadoras— McCallen se dio cuenta de que ayudaba a Google a cartografiar todos los rincones del mundo.
En su auto de Google Street View, McCallen ha recorrido 160.000 kilómetros en tres años, patrullando carreteras del medio oeste y de la costa este. Conduce desde casi el amanecer hasta justo antes del anochecer, mientras las cámaras del techo toman fotos que se empalman para formar imágenes panorámicas. Gracias a él y a otros innumerables conductores, cualquier persona del mundo puede conectarse a Google Maps y recorrer de manera virtual 19 millones de kilómetros de carreteras en 110 países. Es lo más cercano que tenemos los humanos a la teletransportación.
“Me encanta hacerlo”, dijo McCallen, de 63 años, de Tampa Bay, Florida. “Los lugares a los que vas, la gente que ves. Cosas que simplemente no se pueden escribir”.
Cuando a los 50 años aceptó una lucrativa indemnización por despido de un puesto de gestión de activos, se tomó un par de años de descanso. Luego probó otros trabajos en finanzas. Pero quería hacer algo completamente distinto. Al conducir para Google, ha tenido que frenar para dejar pasar alces, ha visto una inesperada aurora boreal en Maine y ha entablado conversaciones profundas con desconocidos en comedores rurales.
Un viernes de marzo, por la mañana, McCallen dejó que un periodista lo acompañara a dar una vuelta por una zona de 30 manzanas del West Village de Nueva York. Casi todos los peatones que pasaban por allí le tomaron fotografías, saludaron con la mano, señalaron con el dedo o asintieron al coche como si acabaran de ver a una celebridad menor. (No del nivel de Justin Bieber o Rihanna. Más parecido a aquella vez que vi a Josh Hutcherson en el Distrito Financiero; una doble mirada de “¿no es ese el tipo de aquella cosa?”).

El improvisado primer modelo de Street View, que se lanzó en 2007, era un voluminoso artilugio negro con forma de sombrero de copa, atado a una furgoneta y conducido por Mountain View, California. Los ingenieros corregían fallos y solucionaban errores de hardware con arreglos improvisados sacados directamente del programa de televisión Silicon Valley.
Para evitar que se acumulara condensación en las cámaras, los conductores las cubrían con calcetines por la noche, dijo Ethan Russell, director sénior de Google Maps. Algunos conductores olvidaban quitar los calcetines a la mañana siguiente y viajaban durante horas con la cámara captando solo una mezcla de algodón y poliéster.
Dieciocho años después, Street View ya no depende de los calcetines. Sobrevuelan aviones con las cámaras de Google en la parte inferior. Los satélites ayudan. La gente puede enviar sus propias imágenes a Street View, convirtiendo básicamente a cualquier persona con un teléfono inteligente en un conductor de Street View. Las cámaras de Street View han captado Machu Picchu, la Gran Barrera de Coral y la Antártida.
El nuevo y elegante modelo de cámara de Google permitirá que cualquier auto con portaequipajes se convierta en un auto Street View. Ya no será necesario transportar los autos al extranjero. De cara al futuro, Russell y su equipo se centran en ampliar las capacidades de Street View con inteligencia artificial, que desde hace tiempo ayuda a difuminar caras, matrículas y direcciones en la plataforma. Pronto, la información del escaparate de un negocio (como su horario o su número de teléfono) podría extraerse de las imágenes de Street View y aparecer después en los resultados de los motores de búsqueda.
La experiencia tiene un par de inconvenientes. Street View se ha enfrentado a problemas de privacidad. Los conductores se preocupan constantemente por los pasos elevados que amenazan con cortar el cuello de avestruz de tres metros de altura que forma parte de su carrocería; Arrested Development lo entendió bien. Y con frecuencia la gente le hace señas groseras a McCallen.
Aquella calurosa mañana de viernes, McCallen nos dejó junto a la acera y se marchó a toda velocidad a cartografiar las 30 manzanas que le habían asignado del West Village. Después, conduciría de vuelta a Florida para continuar su misión de cartografiar el mundo. McCallen tiene previsto inscribirse un año más para trabajar en Street View.
“Por ahora, es perfecto”, dijo. “Soy flexible, así que me dejo llevar por la corriente”.
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