- El país y otras naciones secas dependen cada vez más de plantas desaladoras que convierten el agua de mar en agua dulce, y que abastecen el turismo, la agricultura y otras necesidades.
Por Stanley Reed y Rachel Chaundler – The New York Times
17 de septiembre de 2024. En un caluroso día de finales de junio, los turistas llenaban los cafés y las habitaciones de hotel de la costa mediterránea española, incluyendo Torrevieja, una pequeña ciudad de apretados bloques de apartamentos a lo largo de una playa en curva.
El aumento estacional de la población en esta región seca y bañada por el sol pondría a prueba los recursos hídricos si no fuera por un conjunto de edificios con vistas a una laguna cercana teñida de rosa.
Estas estructuras de poca altura albergan una vasta red de tuberías, bombas y tanques en una planta que realiza una especie de alquimia crucial para la economía de esta parte de España: extraer enormes volúmenes de agua del mar, remover la sal y crear más de 220 millones de litros de agua dulce al día.
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Acciona, la empresa española que construyó la planta, afirma que puede abastecer de agua a 1,6 millones de personas mediante el proceso conocido como desalinización o desalación. Sin embargo, durante la mayor parte del año, el agua se utiliza principalmente para cultivar naranjas, limones y otros productos destinados a los consumidores del norte de Europa.
Pero cuando llegan las multitudes de turistas en verano, se desvía más agua a las tuberías de la ciudad para las duchas y otros usos domésticos, dijo Ana Boix, subdirectora de la planta. Añadió que su agua es de muy alta calidad y que procede de una fuente inagotable.
La planta de Torrevieja es la mayor de su clase en Europa y otras similares están regadas por el litoral español. Han contribuido al desarrollo costero desenfrenado en zonas secas y a sostener una industria agrícola considerada entre las más eficientes del mundo en la gestión del agua.
Con casi 100 grandes plantas, España es el mayor usuario de desalinización de Europa y uno de los mayores del mundo. En muchos otros países, como Australia, China e Israel, la dependencia de la desalinización para el agua potable y otras necesidades es cada vez mayor.
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Christopher Gasson, editor de Global Water Intelligence, que realiza un seguimiento del sector, calcula que unos 500 millones de personas dependen, al menos en parte, de agua salada o salobre purificada, y que esta cifra podría sextuplicarse hasta alcanzar los 3000 millones a mediados de siglo. En todo el mundo hay unas 1500 plantas grandes —de las que pueden producir unos 9,8 millones de litros al día— en las que se gastan unos 14.000 millones de dólares al año para explotar el parque existente y construir otras nuevas.
Varios factores pueden hacer casi inevitable un mayor crecimiento. Las ciudades costeras están atrayendo a más gente, superando las reservas naturales de agua. Y las sequías relacionadas con el clima son cada vez más frecuentes e intensas, lo que lleva a los gobiernos a optar por las plantas desalinizadoras como póliza de seguro no solo contra la escasez de agua, sino también contra un posible descontento social.
“Creo que el agua seguirá siendo un punto singular de tensión, sobre todo en la era del cambio climático”, afirmó Peter S. Fiske, director ejecutivo de la Alianza Nacional para la Innovación del Agua, organismo de investigación financiado por el Departamento de Energía de EE. UU.
Con el aumento de las presiones sobre el suministro y el endurecimiento de la normativa, también las empresas pueden verse obligadas a invertir en desalinización como forma de garantizar que sus fábricas puedan seguir funcionando.
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Además, los costos de funcionamiento de la tecnología de desalinización de uso intensivo de energía —llamada ósmosis inversa, que es estándar en las grandes plantas, incluida la de Torrevieja— se están reduciendo al combinar la purificación del agua con energía solar barata, lo que fomenta la construcción de nuevas plantas.
La falta de recursos hídricos en los países del golfo Pérsico, combinada con su abundancia en petróleo y sol, hace que la construcción de plantas desaladoras sea una opción obvia. “La desalinización suele ser necesaria donde hay sol”, explicó Gasson.
Arabia Saudita es el mayor mercado para estas instalaciones, seguida de los Emiratos Árabes Unidos. El acceso al agua de mar reconvertida ha contribuido al surgimiento de relucientes y futuristas metrópolis en lugares como Dubái y Catar.
“La desalinización ha permitido esos asentamientos similares a naves espaciales”, dijo Karim Elgendy, analista climático de Chatham House, una organización de investigación londinense.
La dependencia de países como Arabia Saudita de la desalinización podría hacer que sus ciudadanos tuvieran que buscar agua con urgencia si las plantas costeras funcionaran mal o fueran atacadas. La desalinización “es el único modo de seguir teniendo grandes centros de población” en la región, afirmó Karen E. Young, investigadora del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia.
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Algunos analistas afirman que es probable que la preocupación por la escasez de agua y las grandes sumas invertidas en plantas desaladoras conduzcan a avances más baratos, limpios y flexibles. Mohamed bin Zayed, gobernante de Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, ofrece un premio de 119 millones de dólares para fomentar la innovación en este campo.
“Podría decirse que es el momento ChatGPT del agua”, afirmó Adri Pols, director ejecutivo de Desolenator, una empresa emergente neerlandesa dedicada al agua, en referencia al popularísimo chatbot de inteligencia artificial. Su empresa ofrece plantas alimentadas por energía solar que pueden embalarse en contenedores y enviarse a empresas y granjas.
Los clientes se quejan de que la desalinización sigue siendo más costosa que el agua de lluvia y presenta otros inconvenientes. El gobierno español subvenciona la mayor parte de los costes, pero Mariano Sáez, agricultor de la región cercana a Torrevieja, afirma que los 45 céntimos de euro que paga por metro cúbico para producir 30.000 toneladas métricas al año de cítricos siguen siendo demasiado caros.
En su opinión, los ríos españoles deberían rediseñarse para traer más agua de otras regiones, la cual en su opinión puede ser más barata y más saludable respecto al agua proveniente de las plantas desaladoras. Pero algunos analistas afirman que ese planteamiento sería poco práctico y divisivo.
Según Jorge Olcina, catedrático de Geografía de la cercana Universidad de Alicante, el desarrollo económico no se detendrá y exigirá un suministro de agua.
El gobierno español anunció recientemente una ampliación de 90 millones de euros (unos 98 millones de dólares) de la planta de Torrevieja, que costó unos 200 millones de euros (unos 217 millones de dólares).
Santiago Martín Barajas, representante de Ecologistas en Acción, un grupo ecologista, dijo que el agua salada concentrada que fluye hacia el mar desde las plantas podría perjudicar la vida marina, incluso dañar la vegetación marina donde se reproducen los peces. Barajas dijo que la desalinización debería limitarse al suministro de agua potable, principalmente en épocas de sequía, y no debería utilizarse para regar cultivos.
Acciona, la empresa que construyó la planta en Torrevieja, contrató a consultores medioambientales que analizaban periódicamente el mar y los sedimentos alrededor de las tuberías fuera del dique de la ciudad, por donde fluyen los residuos de la planta, para comprobar que el aumento de la salinidad estaba dentro de los límites prescritos.
La preocupación por el medioambiente ha limitado la construcción de plantas en algunos lugares, como California, donde la desalinización podría ser una opción lógica para hacerle frente a las sequías graves. En 2022, una comisión estatal rechazó una propuesta de 1400 millones de dólares para construir una planta en Huntington Beach, cerca de Los Ángeles, que podría haber suministrado 189 millones de litros de agua potable al día.
Acciona, que iba a construir la planta de California, ve muchas otras oportunidades. Dice que tiene la posibilidad de diseñar, construir y explotar una planta más pequeña en Dana Point, en el sur de California. La empresa también ha acordado construir la mayor planta desalinizadora de África cerca de Casablanca, en Marruecos, con un coste de casi mil millones de dólares y un suministro eléctrico totalmente eólico.
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