Dos estancias para conectar con el campo y relajarse
Las estancias bonaerenses son una excelente propuesta para un fin de semana de relax, confort y exquisita gastronomía. También son una invitación a conocer y recorrer la historia de nuestro país por la importancia que estas construcciones tuvieron durante todo el siglo XIX y comienzos del XX.
“Puesto Viejo”, en Cañuelas, y “El Carmen de Sierra”, en Arrecifes, son dos sitios ideales para disfrutar de un descanso reparador y del aroma a campo a menos de 200 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Lo mejor del campo a minutos de la ciudad”
Ese es el lema de la estancia “Puesto Viejo”, ubicada sobre la ruta provincial 6 con una extensión de 200 hectáreas, donde se encuentran un hotel boutique, un salón de eventos, un club de polo y una zona de glamping.
Las estadías en el hotel prometen ser inolvidables. Incluyen pensión completa y actividades como cabalgatas, paseos en carruaje y bicicletas y una piscina oceánica. El establecimiento tiene diez habitaciones en suite con vistas increíbles. Además cuenta con paquetes de un día o también de estadías más largas.
Los gamplings son otra opción de alojamiento que ofrece esta estancia. Se trata de campings con glamour, como su nombre lo indica, que tienen diferentes tipos de comodidades y un contacto más cercano con la tranquilidad y el sonido del campo.
El campamento dispone de 21 carpas africanas construidas sobre decks elevados. Cada una de ellas tiene alfombra, camas con ropa, toallas y baño privado. El área se completa con carpón comedor y fogón. Es una experiencia novedosa y original de alojamiento para una aventura cerca de las grandes aglomeraciones.
El clubhouse de “Puesto Viejo” deleita a los visitantes con una variada carta de platos: parrillada, pastas, pescado, menúes para vegetarianos y celíacos. El lugar tiene juegos para los más pequeños.
También posee un club de polo con seis canchas, caballerizas, corrales, dos pista de vareo y de salto. Allí además funciona una escuela de equitación a cargo de profesores especializados.
Historia y naturaleza
La estancia “El Carmen de Sierra” en el municipio de Arrecifes es un plan perfecto para el fin de semana. El lugar es una invitación a revivir fragmentos de la historia nacional y a conocer detalles de la arquitectura colonial en un entorno natural único.
En 1760 Francisco Sierra compró grandes extensiones de tierra cerca del Río Arrecifes donde construyó la casa que aún sigue en pie y que despierta la curiosidad de los visitantes. En 1785 levantó una capilla de estilo barroco con techo de tejas a dos aguas.
El oratorio tiene un retablo de madera policromada con dorado a la hoja en los detalles ornamentales, y sobre el altar se encuentra la imagen vestida de la Virgen del Carmen, traída en 1550 desde Potosí. Además cuenta con un clavicordio original fabricado en Londres y un misal impreso en 1780.
En 1992 la capilla recibió la declaratoria de Monumento Histórico Provincial y en 1993, la de Interés Municipal.
El casco, dispuesto en forma de “U”, está conformado por la casa habitación con paredes de ochenta centímetros de espesor y un mirador que se utilizaba para advertir los malones. Tanto el edificio como esta atalaya fueron declarados Patrimonio Arquitectónico del Bicentenario a nivel nacional en 2010.
Ese conjunto habitacional se completaba con la matera, vivienda para los trabajadores y la escuela a la que asistían niños de la estancia y de la zona. Allí aún se conserva el mástil donde se izaba la bandera.
Dos aljibes de mediados del siglo XVIII le otorgan una belleza especial al paisaje.
La estancia fue escenario de la puja política de la época. En 1844, por orden de Juan Manuel de Rosas, gobernador de la Confederación, degollaron a Diego Sierra, hijo de Francisco, por haber colaborado con el ejército unitario de Juan Lavalle. También se confiscaron bienes y hectáreas que fueron restituidas en 1852 cuando Rosas fue derrotado en la Batalla de Caseros.
En “El Carmen de Sierra” se puede disfrutar de una visita guiada por las instalaciones del lugar y también de un típico almuerzo de campo.
Estas dos propuestas impulsan a los citadinos a escaparse de la rutina urbana y perderse en la calma rural de las estancias de la provincia de Buenos Aires.
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