Pasado, presente y futuro de modalidades y equipos.
Artículo de Néstor Saavedra para el libro del 80º aniversario de AICACYP.
No hace falta remontarnos a los inicios de la historia para hablar de la pesca como forma de supervivencia, pero sí, poner un punto de inflexión en ella, cuando la deportividad llevó a los aficionados a la búsqueda de disfrutar más del deporte y al mismo tiempo darle más oportunidades al pez de librarse. Ese es el momento en que se pasa de la simple extracción de un pez lo más rápidamente posible, al refinamiento de técnicas y equipos para llegar, luego, a la pesca sin muerte.
Vaya entonces un repaso por la historia en nuestro país, de esas modalidades y los equipos que se emplearon hasta nuestros días, y dejar volar la imaginación a futuro, sobre lo que vendrá.
En la década del ´30, el Capitán Reel, en La pesca deportiva en los ríos argentinos, era el encargado de informar a los fanáticos de las principales formas de pescar en nuestro país.
Bajo este seudónimo se escondía el director de la famosa revista Caras y Caretas: Carlos Ernesto Mangudo Escalada. En este, el segundo libro de pesca que conoció la Argentina, básicamente cita dos tipos de pesca: con cebos naturales y con artificiales.
A la primera la divide en pesca en superficie y fondo, denominando “casting” a esta última, ya que implicaba un diestro lanzamiento.
A la segunda, la separa en tres modalidades: mosca (casi exclusiva para las truchas), spinning (casi totalmente restringido a cucharas y pesca de salmónidos, dorados y pirá pitás) y trolling (típicamente con cuchara).
El pez rey
La pesca de pejerrey con carnada era la más popular (y aún lo es). El autor nos da la causa: “es el pez que menos sacrificios monetarios nos exige. Una caña de bambú, de puntera bien rígida y fina, un reel (molinete), barato, veinte a veinticinco metros de hilo delgado y una línea de tripa o seda con cinco o seis anzuelos y sus respectivos corchos flotadores…” Molinete, como aún sucede en España y Brasil, es sinónimo de nuestro reel frontal.
Las boyas de corcho esféricas fueron sustituidas por las de madera. La aparición de las boyas de madera balsa “rombo”, de Gregorio Citterio, revolucionaron esta área del mercado. Con el nombre comercial Cometa se destacaron por su flotabilidad y prolija fabricación. El gran pescador y periodista Nello Príncipi, por su parte, transformó las clásicas boyas esféricas en boyas yo-yo para variar el largo de las brazoladas sin cambiarlas.
Capitán Reel recomendaba cañas con portarreel de aluminio, de 3,50 a 4,80 metros, que podían tener tres tramos, si el dueño viajaba. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial se inventó la fibra de vidrio.
Pasada la contienda se empezó a diseminar por el mundo por sus excelentes condiciones. La industria de la pesca la aplicó con gran éxito y ya en la década de 1950 se conseguían en nuestro país las cañas nacionales Budak, de Hayik Budakyan que antes, con su hermano, se habían dedicado a los mosquetones y reeles. Además de ser más livianas y flexibles que las cañas vegetales, empezaron a fabricarse con formato telescópico, lo que facilitó el traslado.
Las primeras que llegaron al país en la década del ´60 fueron las Lerc. Finalmente, 30 años después ingresan al país las cañas de grafito, material que no ha sido superado hasta el presente, aunque se han hecho intentos con kevlar y boron, entre otros productos. Este material se aplicó en todo tipo de varas, inclusive, en las de mosca.
En la Argentina tuvo muchísimo más desarrollo la industria de los reeles que la de las cañas. El quiebre industrial, sin dudas, por volumen de ventas, fue la fábrica Escualo en la década de 1950, que con gran cantidad de modelos, logró copar el mercado nacional. Fidel Castorani, el fabricante, llegó a patentarlos en países de Europa, pues tenían características distintivas. Pescador (Mar del Plata), Peter (Capital Federal), y Piqueras (Vicente López), se destacaron por los rotativos. A ellos les siguieron, compartiendo mercado, los frontales Calador, Douglas y Timberlam.
Hubo otras marcas que, con el paso del tiempo, fueron desapareciendo, muy especialmente cuando con la importación ingresaron masivamente reeles de fama internacional.
La aparición del devanador, el agregado de rulemanes, los materiales de construcción más livianos sin perder resistencia y los altos costos de fabricación en nuestro país fueron algunos de los factores que hicieron que los reeles importados se afianzaran con el correr del tiempo.
Un mundo dorado
La pesca con carnada natural también se aplicaba a otras especies. Capitán Reel cita, como las más destacadas, dorado, pirá pitá, tararira, boga, pacú, manduví, patí, armado, surubí, bagre amarillo, lisa y mojarra.
Al dorado se lo pescaba mayormente con pez vivo y boya, usando cañas de 2,10 a 3 metros. El reel, rotativo, debía albergar de 90 a 140 metros de Cuttyhunk, hilo de lino retorcido que llegaba de Irlanda, de 20 a 40 libras. También se usaba hilo de seda y, más tarde, Cat Gutt, que se empleaba en cirugía.
El carísimo Dacron trenzado y el Perlon fueron los escalones anteriores al monofilamento de nylon, que dio a conocer y popularizó DuPont para la pesca y las medias de mujer, luego de la Segunda Guerra Mundial, desde los Estados Unidos.
En 1951 se unen Julio Nicieza y José Taverna, en Chivilcoy, para pintar los mismos hilos de algodón que se usaban en las bolsas de compras de las amas de casa. Llegado el polietileno se vuelcan a los hilos de nylon, entre ellos, los que tantos reeles han recibido: Grilon y Nitanyl.
La tecnología otra vez hizo su aporte y con copolímeros, como el dynema y el spectra, empezó a fabricarse el multifilamento, que generó una verdadera revolución entre los pescadores, ya en el siglo XXI, gracias a que, con menor diámetro, se logra mayor resistencia y, además, flota.
La Mosca
La pesca con mosca experimentó una notable transformación en la última década del siglo pasado. Hasta entonces, y siempre hablando en reglas generales, se restringía a pescadores de muy buen poder adquisitivo que la practicaban en la Patagonia cordillerana, durante el verano con sus cañas de bambú. Así como las truchas habían sido sembradas por iniciativa de los deportistas de clase alta, a partir de 1904, también los más acaudalados eran los que las pescaban, ya que un viaje al sur resultaba muy caro hasta la década del ´60. Por iniciativa de estos pioneros llegaron al país grandes pescadores de los Estados Unidos que enseñaron técnicas y atados, y difundieron las bondades de los lagos del sur para hacerlos objeto de mosqueros de todo el mundo.
De a poco, lo que antes era una excepción se transformó en habitualidad y el fly cast, ya con cañas de fibra de vidrio o grafito, se popularizó y aplicó a la pesca de dorados en el Litoral y, en los últimos años, hasta algunos grupos lo utilizan para buscar tarariras, pejerreyes o, gran trabajo de difusión del periodista Diego Flores, carpas.
Los pescadores con mosca fueron los primeros en practicar reglamentariamente la pesca con devolución. En verdad, muchos de ellos ya lo hacían, gracias al contacto con pescadores de otras nacionalidades y el deseo de perfeccionar la práctica, conducta muy típica de estos aficionados.
Los engaños metálicos
El spinning es una herencia inglesa, ya que era practicado en su país buscando truchas con los pequeños reeles frontales. El gran difusor en nuestro país fue el periodista Roberto Zapico Antuña, durante las décadas de 1960 y 1970, con sus artículos en revistas y su libro “Spinning, pesca calificada”. Este período coincide con la gran cantidad de peces en el anexo Chavarri, de la Asociación Argentina de Pesca, verdadera escuela de pescadores de spinning hasta que el Estado lo expropió en 1996.
También es la época de gran desarrollo de los señuelos nacionales Wemps y Del. Su uso fue exclusivo durante todo el siglo pasado. Cerca del 2000, debido al contacto fluido con Estados Unidos y Brasil, ingresó el baitcast hasta imponerse sobre su hermano mayor, mucho más a partir de 2010, cuando una venida de aguas del Paraná trajo muchísima cantidad y calidad de dorados hacia la capital argentina y todo el Delta.
En 2009 había nacido la Asociación Argentina de Pesca con Señuelos, con sede en Buenos Aires, primera en su género. A este enorme crecimiento le debemos el ingreso de numerosos señuelos importados más la aparición de muchas fábricas nacionales.
Con el auge del baitcast, disminuyó la pesca con carnada viva y se metieron a las agendas muchos pesqueros con caracterizados guías en el Delta del Paraná y el Uruguay, como Rosario, San Nicolás, San Pedro, Baradero, Gualeguay y Villa Paranacito.
Ambas modalidades también son las que se utilizan en un pesquero que causó furor hace unos pocos años: “La Zona”. Se trata del área restringida aguas abajo de la presa de Salto Grande en Concordia, donde habitan los dorados más grandes del mundo.
Menos arrastre
Al crecer la mosca y el baitcast, lentamente fue decayendo la práctica del trolling, casi la única que se practicaba, además de la pesca con carnada natural, para sacar los grandes dorados, y muchas veces “robar” surubíes, en el Alto Paraná. En principio se usaban grandes cucharas, pesadas, muchas de ellas de fabricación casera. En la década del ´60 se emplearon los primeros Cisco Kid, señuelos norteamericanos de gran eficacia. Al decenio siguiente se les sumaron los nacionales Mer, Alfer’s y NG.
En el sur también se usaba el trolling para pescar en los lagos. Las leyes patagónicas, sin embargo, lo restringieron cada vez más. Gracias a pioneros como Tomás Restano, a principios de este siglo se comenzó a practicar en el mar para la pesca de pez limón y anchoa. Mar del Plata hizo punta y luego le sumaron la pesca con jig para los peces de roca, ambas con singular éxito. Curiosamente, esta innovadora pesca en agua salada con señuelos no prendió en otros puertos donde podría tener el mismo éxito.
El futuro
La pesca es un deporte muy tradicional en nuestro país, por lo tanto es imposible predecir cuáles serán las modalidades y los equipos en el futuro. Aunque ya existen en el mundo, por ejemplo, drones que llevan la carnada donde el pescador desee, por estas latitudes todo se mueve y cambia más lentamente. La tendencia que se observa es que mengua la práctica del trolling, y la pesca de pejerreyes y lisas, al menos, en la población más joven; y por tanto la que sustenta el futuro. Por el contrario crece el número de personas que se vuelcan al baitcast (no así al spinning).
La pesca siempre se adecua a los peces que están presentes. Por ende, la carpa será uno de los convocantes en el futuro. Su pesca se inició tibiamente, en especial a través de coreanos que la capturaban para comer. Hoy día ya inquieta a muchos mosqueros y pronto, sin duda, será objetivo de pescadores con señuelos. También es verdad que, especialmente cerca de las grandes ciudades, los peces que abundan son los más pequeños. Quizá esto lleve a una modalidad que aún no se ha arraigado lo suficiente: el ultraliviano.
Los equipos no sufrirán grandes variaciones. La tendencia es achicar todo lo posible, sin perder potencia ni resistencia, y simplificar todos los problemas o dificultades del usuario. Así es la historia industrial de la pesca. Por ejemplo, para solucionar las galletas que provocan los reeles rotativos al lanzar, se inventaron los frenos centrífugos, magnéticos y hoy día el aún insuperado control digital.
En algún momento aparecerán elementos que superen al grafito para construir cañas, o a las Dynema y Spectra para elaborar multifilamentos. Más allá, podemos soñar con señuelos que tengan algún tipo de buscador de peces, nudos que se hagan solos, cañas poderosas pero finas como un lápiz hasta el mango, o anzuelos cuya rebaba se esconda automáticamente para liberar los peces. Seguramente ya haya quienes, mientras nosotros lo soñamos, estén desarrollando nuestras fantasías. Ojalá lleguen a buen puerto.
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