Cuando jugás más o menos, te mandan al arco (y flecha).
Si le preguntan por los grandes arqueros, un periodista de Deportes piensa en Gatti, Fillol, Neuer, Valdés o Buffon.
¿Algún periodista especializado en deportes se animaría a plantear que los mejores arqueros del mundo son los de Corea del Sur? Tal vez sí: hoy, sobre todo en televisión, se escucha cada cosa… El presunto disparate se vuelve una sentencia lógica si, en lugar de fútbol, se trata de tiro con arco. En los Juegos Olímpicos de Río, hace un año, representantes coreanos ganaron las cuatro medallas de oro en la disciplina.
Igualmente, no fueron las hazañas cariocas de Kim Woo Jin o las de Ku Bon Chan -números uno y dos del ranking mundial- las que nos convocan a este subsuelo de la calle Piedras al 800, a metros de algún piquete.
El responsable de la cita es Vicente Dagnino, a partir de ahora Tico, veterano diseñador de Clarín y ferviente aficionado de deportes no convencionales, para evitar el prejuicio de llamarlos raros. Tico no entenderá la ironía si le decimos que los arqueros más influyentes en nuestra infancia fueron locos, por Rubén Omar Sánchez y Hugo Orlando Gatti, pero demostrará muchos conocimientos si la conversación gira en torno de floretes o espadas, pistolas automáticas o rifles de aire comprimido, caballos de salto y, por supuesto, arcos y flechas.
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Según nuestro padrino en la actividad, Andrés Verde -instructor de la Escuela Tradicional de Arquería- es un capo. Con él vamos a aprender. Tampoco es que saldremos del polígono con ínfulas de Robin Hood o Toro, pero sí con los conocimientos básicos (Nota informativa para jóvenes: Toro era un indio silencioso, ladero de cabalgatas del Llanero Solitario).
La primera preocupación de Andrés, en orden cronológico y de importancia, es la seguridad de todos los involucrados. Así lo justifica: “No debemos olvidar que una flecha es un arma, al margen de que en nuestro caso la usemos con fines recreativos”.
Siempre con la integridad de los participantes como meta, es recomendable -no sólo para principiantes- usar una mullida protección en el interior del antebrazo con el cual vamos a sujetar el arco. “Si llega a golpearte la cuerda sobre la piel, te va a dejar un moretón como nunca tuviste y durante varias semanas”, advierte Tico, quien de tanto convivir con periodistas ha incorporado el hábito de las profecías apocalípticas. Aun así, para qué negarlo, el aviso genera cierta inquietud.
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Los ocasionales compañeros de tiro ensayan a 20 metros de distancia. Se los nota serios, concentrados. Para este debut, Andrés acerca el blanco a cinco metros (si alguien considera que es poco, vaya e intente…). Y da los consejos iniciales: 1) tomar con la mano izquierda y de manera firme la empuñadura; 2) colocar la flecha, aprovechando una pequeña ranura en su extremo; 3) subir el arco; 4) utilizar tres dedos de la mano derecha (índice, mayor y anular) para tensar la cuerda hasta la altura del pómulo y 5) déjela volar…
Un tramo grato de la ceremonia es ir conversando, como en un campo de golf, a retirar las flechas del blanco (o del lugar donde hayan impactado) Después de varias tandas que incluyen algunos flechazos al grueso fardo donde está apoyado el blanco, el experto Verde resuelve aumentar la complejidad del ejercicio y ubica un globo colorado en medio del objetivo. Añade una sugerencia: dejar la mano derecha suspendida en el aire tras la salida del proyectil, imitando el movimiento de Stephen Curry -estrella de Golden State Warriors- luego de cada triple.
El primer tiro al inflable pasa lejos. El segundo logra moverlo, como una brisa. Y el tercero lo hace explotar, un sonido agradable en el silencio del recinto. “¡Bien! Es el último de esta sesión. Siempre conviene irse con la sensación placentera de haber realizado un buen tiro”, explica el maestro.
Atento, Tico capta con su celular el momento mágico en una filmación de diez segundos. Es un material para reenviar a parientes y amistades. No falta el colega que se burla de la festejada hazaña. Nada que sorprenda: es muy común entre periodistas descalificar el mérito ajeno…
Fuente: Clarín
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