Su evolución a través de la historia
2 de febrero de 2023. Desde que salimos de las cavernas hasta la actualidad nos han acompañado en la formidable aventura de ser hombres y dominar el mundo. Nos permitieron abatir más piezas, a mayor distancia y con menor riesgo.
Cada uno de estos siete inventos prodigiosos nos ayudó a ser lo que hoy somos.
1. Lanza. La primer arma de caza elaborada
Era portátil y nos permitió cazar con ayuda de un elemento auxiliar, pues hasta ese momento sólo utilizábamos nuestra fuerza corporal o el arrojamiento de piedras. Con ella logramos abatir animales de mayor envergadura que la nuestra y empezar a cazar de manera organizada.
Al principio consistía en un palo, de acabado algo burdo, con uno de sus extremos afilado en forma de punta. Después evoluciona y se le incorpora una piedra tallada, mejorando su efectividad. Este ingenio es crucial en la evolución del ser humano ya que, además de cazar, nos permitió empezar a defendernos de los depredadores.
Gracias a la lanza empezamos a cazar en grupo con éxito, creando estrategias de acorralamiento de grandes animales para su acoso y muerte. Ya podíamos abatir, entre otros, mamuts, renos, bisontes… Con ella se provocaban importantes cortes a las presas, que huían heridas hasta desfallecer. Comenzamos a obtener gran cantidad de carne para alimentarnos, pieles para protegernos del frío y huesos y astas para fabricar instrumentos.
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Desde estos tiempos primigenios hasta el final de la Edad Media la lanza fue una de las armas que más se perfeccionó gracias a su sencillez de fabricación y uso, especialmente con la incorporación de la punta metálica: incluso en la actualidad existen algunas tribus indígenas que la siguen utilizando como medio de caza.
Ficha técnica: De madera, piedra, hueso o metal, tenía una longitud aproximada de 2 metros y un peso de 1,5 a 8 kg. El alcance efectivo era de 10-15 metros.
2. Arco. 20.000 años de reinado.
Fue la primera de las armas de caza de elaboración compleja, compuesta por un proyectil –en este caso la flecha– y una herramienta de impulso –el arco–. Gracias a ella pudimos cazar a una distancia mayor que con la lanza durante más de 200 siglos… y su evolución aún no ha terminado.
Existen pinturas rupestres donde el hombre primitivo plasma dibujos en los que se ve cazando con el arco. Más tarde, en nuestra era, empezó a ser utilizado por los primeros pobladores de Extremo Oriente. Técnicamente ofrece una gran ventaja al cazador con respecto a la lanza: le permite cazar a mayor distancia, lo que implica menos riesgo de ser atacado y por tanto agredido por las presas.
Sabemos que en el antiguo Egipto su diseño era algo más complejo dado que, para su fabricación, empezaron a incorporar materiales metálicos. Para el año 3500 A.C. el arco era de gran longitud –casi la altura de un hombre– y comenzamos a incorporar puntas de bronce en las flechas. Para poder obtener cuerdas resistentes se usaban intestinos de ovejas y animales similares que, una vez tensados y secados, eran incorporados.
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En el año 1800 A. de C. nace un nuevo diseño: los asirios introducen el cuero, la madera y el marfil. La combinación de nuevos materiales permitió crear arcos cada vez más precisos y letales. Gracias a las constantes mejoras incorporadas y a su sencillez fue el arma de caza por excelencia… hasta la invención de la ballesta y el descubrimiento de las armas de fuego. Aún así nunca se ha dejado de usar para la caza y actualmente se sigue desarrollando gracias a su considerable auge entre los cazadores.
Ficha técnica: De madera, piedra, metal, intestinos de animal, tendones, plumas o cuerda, tenía una longitud aproximada de 1,10 a 1,60 metros, un peso de 1,2 a 2 kg. y un alcance efectivo de 25 metros.
3. Ballesta. La precisión entra en escena.
Los primeros rastros de este extraño arco datan del año 341 AC, cuando se emplea por primera vez en China, en la batalla de Ma-Ling. A pesar de ello su uso no se populariza hasta el siglo X, cuando empieza a emplearse en la guerra de asedio en el norte de Francia y su fabricación se extiende por toda Europa, convirtiéndose en el arma de caza del momento.
Se dice que los normandos ya la empleaban en el año 1.066. Estas armas del medievo, todavía algo toscas, eran complejas de cargar dado que el procedimiento consistía en apoyar el arco sobre el suelo, sujetándolo con los pies, a la vez que se tensaba la cuerda y se colocaba en una muesca de la que iba provista. Para poder llevar a cabo el disparo había que desplazar una especie de palanca que liberaba la cuerda propulsora y empujaba a la flecha. A pesar de ello no tardaron mucho en desarrollar un sistema mecánico que permitía tensar la cuerda, basándose en el principio del torno.
Curiosamente, para la Iglesia de Roma fue un arma despreciada, cuando no maldita. Hay representaciones antiguas donde en la iconografía está en manos de un demonio. También podemos encontrar relatos en los que los nobles o caballeros de clase alta, que eran entrenados desde su infancia en el arte de la guerra, recibían en su formación ciertos criterios para que cuando se abatiera a un ballestero no hubiera piedad con él.
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Gracias a la ballesta se consiguió duplicar la potencia del arco reduciendo el esfuerzo. Otra ventaja que ofrecía es que exigía menos destreza por parte del cazador a la hora de disparar: era más sencillo ser certero con ella. También se pudieron conseguir con ella alcanzar distancias de hasta 150 metros. Con los años se desarrolló un abanico de modelos de proyectiles muy numeroso: cortos, medios, largos, de metal, de madera, con punta, con plumas, sin plumas, con forma de bolas, conteniendo granadas de pólvora, piedras…
Para conseguir elevar las distancias de impacto y aumentar la precisión los maestros ballesteros tuvieron que tensar algo más la cuerda. ¿Cómo lo consiguieron? ideando un sistema llamado ‘de estribo’, ‘pata de cabra’, ‘cranequín’ o ‘cric’. El arco del que iba provista la ballesta también fue perfeccionado, se construyó con maderas más consistentes e, incluso, fue laminado con materiales de distintas calidades para conseguir elasticidad y firmeza.
Finalmente se incluyó el metal–hierro y acero– en su construcción. En la actualidad se emplean fibras de componentes plásticos que hacen que pesen menos y sean más precisas.
Ficha técnica: Eran de madera, metal (refuerzo del arco y punta de la flecha), intestinos de animal (cuerdas) y cuero para hacer algo más sofisticada la cuerda tensora. Se incluyen las plumas de aves para hacer la guía en las flechas. La longitud aproximada era de 0,90 cm y 1,15 m, el peso de 1,7 a 3 kg. y el alcance efectivo de entre 30 y 45 m.
4. Arcabuz. Empezamos a cazar con armas de fuego.
En el año 1308 se fabrican los primeros cañones. Se bautizan con los nombres de falconetes –arma pequeña de artillería– y culebrinas –no portátiles, de gran envergadura y peso–. Alrededor de 1460 se da forma a las primeras espingardas –prototipo de escopeta de cañón muy largo– y 40 años más tarde nace el famoso arcabuz español, el arma que revolucionará la forma de cazar.
El libro de la Montería del Rey Alfonso XI nos cuenta que el día 1 de marzo de 1482 se hizo por primera vez uso de un arma de fuego de disparo con el sistema de llave. Las anotaciones indican que fue en Bornos (Cádiz), donde jinetes moros disparaban a españoles. Pero si hablamos de caza debemos avanzar hasta el siglo XVI, que es cuando verdaderamente aparecen las primeras armas de fuego portátiles empleadas para la actividad cinegética.
Ese desarrollo y popularización del arcabuz dan vida a una nueva etapa dentro del desarrollo del mundo de la caza que, prácticamente, llega hasta nuestros días. Se trata de un arma tosca y de diseño rectilíneo de aproximadamente un metro de longitud. En su parte superior iba provista de una especie de bocado o apertura que permitía cebar el cañón. Por su coste de fabricación era sólo utilizada por las clases sociales mejor posicionadas o dominantes de la época.
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Una de las partes más significativas de este tipo de arma era la caja, llamada también cureña. Disponía de una cantonera para proteger la terminación y de un mecanismo o grupo de disparo llamado llave, así como su cañón y los aparejos o complementos que formaban parte del mismo. La llave de rastrillo, ‘miguelete’ o española, fue utilizada durante tres siglos. Más tarde fue sustituida por la de mecha, pasando después a la de pistón y finalizando su evolución con el sistema de fuego central.
A continuación enumeramos los principales tipos de arcabuces:
➜ De mecha. Incómodo por ser muy compleja su carga, lo que lo hacía poco práctico dado que el proceso de disparo era lento y a su vez bastante peligroso. Había más inconvenientes: la mecha hacía que el arcabucero delatase su presencia durante la noche y se apagaba cuando llovía.
➜ Tanegashima o hinawaju. Tipo de arcabuz japonés de mecha introducido en Europa por los portugueses en 1543.
➜ De gancho. Prototipo de cañón portátil al que se añadieron dos muñones. Estaba provisto de un elemento auxiliar que consistía en una horquilla con un pié unida a un trípode móvil con el propósito de poder buscar el ángulo deseado a la hora de efectuar el disparo con el mismo. Su longitud oscilaba entre los 130 y los 171 centímetros. El peso no llegó a sobrepasar a los 29 kilos. Incluso estando catalogada como arma portátil, para hacer uso de ella era preciso la colaboración de dos hombres.
➜ De viento. Se cargaba comprimiendo aire con un muelle. El sonido era casi nulo comparado con los anteriores.
➜ De rueda. Llevaba un mecanismo de autoignición que se dice fue sacado de unos bocetos que Leonardo Da Vinci guardaba en sus notas. Este tipo de mecanismo se incorpora al comienzo del siglo XVI, y de él nace el término ‘llave’. Consistía en una especie de rodaja de acero movida por un resorte que giraba sobre un trozo de pirita y hacía que, por fricción, se encendiera la pólvora. En España surgieron diversas variantes, siendo la de patilla la más extendida.
Ficha técnica: De madera, metal y cuerda de mecha con longitud aproximada entre 0,96 y 1 m. y peso hasta 29 kg.
El alcance efectivo no superaba los 50 m.
5. Mosquete. ¡Disparos a más de 50 metros!
Cuando nace, su cañón de hasta metro y medio hace que se necesite una horquilla para apuntar bien. Más tarde evoluciona a modelos más ligeros que se imponen definitivamente en el siglo XVIII. Usa balas el doble de pesadas que el arcabuz, por lo que su poder de parada es muy superior, y puede disparar hasta a 100 metros.
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Su cadencia de tres disparos por minuto lo convierten en el arma más desarrollada de su época. Al final de su evolución un mosquetero podía llevar en su cartuchera entre 20 y 40 cargas.
En la década de 1560 el mosquete aligerado y apoyado en una horquilla de madera –para poder apuntar bien– hace su salida de las fortalezas como arma portátil. Esencialmente es idéntico a su hermano pequeño el arcabuz,pero más grande, de mayor calibre, longitud y peso. El cañón solía medir en torno al metro y medio y su peso entre cinco y seis kilogramos. La caja –fuste y mocho– se hacía de madera de cerezo, y las llaves fueron de mecha en la mayor parte de su historia, hasta que en el último cuarto del siglo XVII comenzaron a sustituirse por las llaves de pedernal. También en esta época se consigue aligerar el peso, haciéndolo más manejable y permitiendo eliminar la horquilla.
El mosquetero, ahora fusilero, no se parecía en nada al de los inicios. Su arma era más estilizada y ligera. Este aligeramiento del arma permitió alargar el cañón para así mejorar algo su precisión. La munición también avanzó: cada carga de pólvora estaba ahora embalada con su proyectil en un cilindro de papel y estibada en una cartuchera que lo protegía con tapas de seguridad y lo mantenía separado del sistema de ignición, haciendo su uso y manejo mucho más seguro.
Ficha técnica: De madera, metal y cuerda de mecha, longitud aproximada entre 1,50 y 1,80 m y peso de 5 a 6 kg. El alcance efectivo era de 60 metros (aunque alcanzaba los 200).
6. Fusil de repetición. Adiós avancarga, bienvenido cartucho.
El fusil es el eslabón que engarza las primigenias armas de fuego con las modernas creaciones que hoy utilizamos. Protagonizó el formidable paso que nos permitió diseñar herramientas más ligeras, potentes, precisas y efectivas con las que hacer más sencilla la caza hasta configurarla tal y como hoy día la conocemos.
Es el arma más utilizada por los ejércitos desde finales del siglo XVII. Se trata de una evolución del mosquete que en su rápida metamorfosis menguó la longitud de sus cañones, pasando a denominarse carabina, mosquetón y tercerola. En sus inicios era lento a la hora de cargarse, pesado y problemático en situaciones climatológicas adversas debido a su sistema de llave de pedernal.
La verdadera revolución del fusil llega sobre el año 1830, cuando se empieza a fabricar con un mecanismo de llave de percusión –que permite que el disparo sea más seguro que con el pedernal– y se empieza a usar cañones de ánima rayada. Paralelamente, por esa misma época comienzan a desarrollarse los materiales de las municiones, endureciendo el plomo al mezclarlo con antimonio y recubriéndolo de cobre. También empiezan a dotarle de forma cilindrocónica para favorecer la rotación del proyectil gracias a las estrías de los cañones. Este incremento de la precisión permite incorporar las alzas como elemento de puntería: acababan de nacer los fusiles de largo alcance que podían hacer blanco a 300 metros.
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En 1800 Edwar Charles Howard había descubierto los fulminatos. Este hallazgo sirve al pastor escocés Alexander J. Forsyth (1769–1843) para fabricar los primeros pistones, que explotan al ser golpeados por el percutor aprovechando las propiedades explosivas de los fulminantes de mercurio. La innovación no se detiene y ya en 1840 se empiezan a fabricar los fusiles con cartuchos, de cartón o tela encerada, que en muchos casos venían provistos del cebo.
En la década de 1850 aparece en Europa el primer fusil de cerrojo monotiro provisto de un mecanismo que permitía la extracción del cartucho disparado para cargar nuevamente el siguiente: acababa de nacer la retrocarga. Como consecuencia la avancarga queda relegada a un segundo plano, y todos los esfuerzos se centran ahora en mejorar el nuevo sistema de alimentación de los cartuchos para poder conseguir mayor cadencia de fuego: el fusil de repetición está a punto de nacer. Y lo consigue. Durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos aparece un fusil denominado Spencer que permitía la rápida recarga de los cartuchos –ya metálicos e impermeables– en una posición cómoda y protegido de la vista del enemigo en el caso de los soldados. Diseñado por Christopher Spencer en 1860, tenía un cargador tubular extraíble con capacidad para siete cartuchos y un sistema de retrocarga con acción de palanca. Esto supuso la entrada en la época moderna de la caza, con armas que permitían disparar lejos, con gran potencia y precisión y, además, repitiendo los tiros con gran rapidez, algo inédito hasta la fecha.
La industria armamentística, a partir de este momento, no para de avanzar, destacando dos armas que brillaron con luz propia a finales del siglo XIX: el fusil Henry y el Mauser M98. El primero almacenaba en su cargador tubular 16 cartuchos que se cargaban rápidamente gracias al sistema de palanca, permitiendo doblar los disparos sobre las piezas tantas veces como fuese necesario. El segundo fue patentado por Paul Mauser el 9 de septiembre de 1895 y destacó por la solidez, sencillez y resistencia de su cerrojo, lo que lo convirtió en la referencia de este tipo de acción hasta nuestros días.
Ficha técnica: Fusil de repetición Henry 1860 / Composición: madera y metal. / Longitud aprox.: 1,11 m. / Peso: 3 kg. / Alcance efectivo: 400 metros (aunque es letal hasta los 800).
7. Escopeta semiautomática: Browning A5. El invento del siglo.
Desde hace más de 150 años no entendemos la caza menor sin escopeta, pero el camino que hubo de recorrer este arma hasta coronarse como la elegida de todos los cazadores no fue nada sencillo. Gracias a su asombrosa metamorfosis, el objeto tosco, pesado e impreciso de sus orígenes se convirtió en la herramienta infalible que hoy utilizamos.
Según algunos expertos, el Gran Capitán Gonzalo de Córdoba introdujo el concepto de escopeta hacia fines del siglo XV, la cual habría sido empleada en las guerras en Italia y también en Orán, en 1509, por los llamados ‘escopeteros’ del Cardenal Cisneros. De hecho se cree que su nombre proviene del vocablo italiano scopietta o schiopetta, derivado del latín scloppus que significaría estampido. En nuestro país se utilizó para referirse a las armas de caza de ánima lisa, empleadas generalmente para la caza de aves y pequeños mamíferos.
A pesar de que existen referencias históricas que ya aluden a ellas en 1549, no alcanzan su expansión hasta los albores del siglo XVII. Al igual que le sucedía a su hermano el arcabuz, al principio eran demasiado pesadas y toscas, y los sistemas de iniciación de la combustión de la pólvora bastante lentos e ineficaces. Esto dificultaba el uso de la escopeta, que a menudo se utilizaba para abatir pequeños animales que se movían constantemente dificultando el acierto.
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Hasta el final del siglo XVIII la mayoría de las armas de caza poseían un único cañón, pero las mejoras de los sistemas de ignición y la reducción de su longitud y peso hicieron posible la fabricación de armas de dos cañones, uno al lado del otro, que por primera vez nos permitió hacer efectiva la caza de aves en vuelo. Pero los días de la escopeta de avancarga estaban contados. En 1812, el armero suizo Samuel Joannes Pauly patentó el primer cartucho de retrocarga, que fue empleado en una escopeta con cañones fijos que se cargaba al levantar un cerrojo situado en la parte superior.
En 1834, siguiendo este principio, el francés Casimir Lefaucheux decidió patentar un arma de retrocarga en la cual el cañón basculaba hacia abajo para dejar al descubierto la recámara. Todavía empleaba una cápsula fulminante separada para iniciar la pólvora, pero dos años más tarde perfeccionó su desarrollo y patentó un nuevo tipo de cartucho con cápsula fulminante incorporada que se detonaba al golpear una pequeña varilla de metal o espiga que sobresalía radialmente y en el extremo opuesto a esta.
La popularidad de este sistema empezó a decaer en 1860, cuando por fin se introdujeron los primeros cartuchos de fuego anular y central, que eran mucho más fiables y rápidos de recargar al no tener que orientar la varilla del cartucho hacia el martillo del arma.
De forma paralela, a estas nuevas escopetas de retrocarga se le perfecciona su cañón basculante, reduciendo la boca de fuego, para que los perdigones se mantuviesen más juntos, abatiendo piezas a distancias más largas: el choke acababa de nacer. Los sistemas de percusión también avanzaron y el americano Daniel Myron LeFever patenta la primera escopeta hammerless –con los martillos interiores– en 1878, momento en el que la escopeta yuxtapuesta alcanza el desarrollo definitivo que hoy conocemos, pues no cambiará en todo el siglo XX.
En 1900 John Browning patenta la Automatic 5, la primera escopeta de recarga automática exitosa del mundo y la que inspiró el desarrollo de todas las ‘repetidoras’ que hoy usamos y que aún se mantiene en producción. Nos permitió disparar hasta cinco cartuchos sin interrupción, disminuyendo el retroceso y mejorando la precisión de este tipo de armas notablemente.
Ficha técnica: Composición: Madera y metal. / Longitud aprox.: 1,15 m. / Peso: unos 3,3 kg. / Alcance efectivo: hasta 45 m.
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