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Las especies exóticas son la segunda causa de pérdida de biodiversidad globalmente. En Argentina, el jabalí, el chancho asilvestrado y el ciervo axis ya fueron declarados plagas.
22 de enero de 2025. El ciervo axis deslumbra con su porte elegante y su pelaje moteado que parece salido de un cuento; el chancho asilvestrado evoca la robustez y el carácter indomable de la vida silvestre, y el jabalí, con su actitud desafiante, podría encajar perfectamente en una película de Disney.
Sin embargo, estos animales esconden un lado oscuro: forman parte de las especies exóticas invasoras que representan la segunda causa principal de pérdida de biodiversidad a nivel mundial.
En Argentina, esta problemática está alcanzando proporciones alarmantes, y la provincia de Entre Ríos ha dado un paso crucial al declararlos plagas. La nueva normativa permite su caza controlada para reducir su población y mitigar los daños ecológicos y económicos que provocan.
¿Por qué las especies invasoras siguen ganando terreno?
La respuesta está en la falta de depredadores naturales. En sus hábitats de origen, estas especies son controladas por cadenas alimentarias que regulan su población. Pero, al ser introducidas en nuevos territorios, quedan desprovistas de estos enemigos naturales, lo que permite que se reproduzcan sin freno. Este desequilibrio genera daños ambientales y económicos enormes, que incluyen la competencia por recursos con especies nativas y la alteración de hábitats completos.
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El problema no se limita a Entre Ríos, es una amenaza a nivel nacional. En el sur, el castor canadiense (Castor canadensis) talando árboles y construyendo represas, genera estragos en los bosques fueguinos. Se calcula que este roedor ha deforestado más de 40.000 hectáreas de bosques en Tierra del Fuego.
En cuerpos de agua, la carpa (Cyprinus carpio) desplaza a los peces nativos, mientras que el mejillón dorado (Limnoperna fortunei) obstruye ductos y altera la calidad del agua, un problema especialmente grave en el río Paraná.
En el norte, la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), una especie de loro originaria de la región del Gran Chaco, ha invadido grandes ciudades como Buenos Aires, donde sus grandes colonias desplazan a especies locales y alteran la flora urbana.

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La competencia por recursos, el cambio en la estructura de los hábitats y los riesgos para las actividades económicas como la agricultura y la pesca son solo algunos de los efectos devastadores de estas invasiones biológicas.
Si bien Entre Ríos ha dado un paso importante, la lucha continúa. La protección de nuestros ecosistemas requiere acción conjunta entre gobiernos, científicos y la ciudadanía.
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