Una empresa signada por un terremoto
En 1939 Quintilio Chesi creó el emprendimiento que luego heredaron sus hijos y actuales dueños, Mario y Aldo. El comercio está asociado a AICACYP y además anuncia y distribuye AIRE LIBRE
El Tirolés cumplirá el año que viene 80 años de vida. Todo un número, más si se tiene en cuenta que siempre estuvo ubicado en el local de Las Heras 621.
Desde aquel 24 de enero de 1939, Quintilio Chesi y su esposa, María Bagatoli, comenzaron a construir lo que hoy es uno de los comercios más antiguos de Mendoza.
“Fue el mismo día del terremoto de Chillán, en Chile, cuando se fundó la empresa. Y esa referencia histórica siempre nos la recordó nuestra madre, para que no olvidáramos el día del inicio de nuestra vida comercial en la provincia”, contó Aldo Chesi (76) acompañado por su hermano Mario Luis (81), actuales propietarios del establecimiento.
Es un sitio de referencia para quienes quieren comprar un arma, una caña de pesca, un cuchillo, unas tijeras para poda u otros cientos de artículos relacionados con la vida al aire libre.
Quienes quieren probar su arma en el polígono de tiro, precisan un afilado profesional o una cerrajería milimétrica tienen aquí también una buena excusa para visitar “El Tirolés”.
Comercio de inmigrantes
El origen familiar proviene de la zona del Alto Adigio, que es parte de la región del Tirol del Sur en la provincia de Trento (Italia), desde donde Quintilio emigró, en 1927, hacia la Argentina.
Lo hizo junto a su hermano David, para después radicarse por un tiempo en Río IV, Córdoba, y posteriormente trasladarse a Villa Mercedes, en San Luis, junto a su flamante esposa, María Florentina Bagatoli. Allí instaló un taller de armería y afilados y es allí donde nació su hijo Mario Luis.
Al poco tiempo de instalado en esta provincia, su cuñado lo invitó a viajar a Mendoza, por motivos particulares, y en el transcurso del viaje atravesaron zonas de vides.
“Mi papá le dijo a su cuñado Constantino, con quien viajaba, que en Mendoza estaba el futuro de su familia”, cuenta Aldo, agregando que su cuñado le preguntó si se iba a hacer bodeguero. “No, de ninguna manera”, le dijo mi papá.
“El mundo está en guerra, yo les puedo reparar las tijeras de podar a los dueños de estos inmensos viñedos”, continuó recordando Aldo.
Una vez instalado en Mendoza, pensando también en las montañas y en la posibilidad de construir esquíes gracias a su pasado tirolés, consiguió un contrato con los dueños de la bodega Arizu para reparar 400 tijeras utilizadas para la poda de viñedos. Era época de la Segunda Guerra mundial y se había interrumpido el comercio exterior, por lo que comprar nuevas era imposible.
Al poco tiempo de inaugurar el negocio (en una primera instancia Quintilio tenía un socio de apellido Bressan), nace su segundo hijo, Aldo, que junto con Mario, una vez adultos, acompañan a sus padres a consolidar el negocio.
“Mi padre eligió esta vereda en esta calle porque era la más transitada del Centro. La gente se bajaba del tren y después pasaba por la puerta del local”, detalló Aldo, agregando que el terreno pertenecía a Leonardo Bortoluzzi y era un gran conventillo que ocupaba casi media cuadra.
Los hermanos agregaron, con su participación en el negocio familiar, rubros como pesca, camping, armas, cuchillería, cerrajería, taller de afilados y además se comenzó a fabricar artículos cortantes como tijeras para podar vides, cosechar uva, para la limpieza de ajos, esquilar, tusar caballos, torniquetes dobles para el alambrado de campos, máquinas para tapar frascos de conserva y cucharines para descarozar duraznos, entre otros.
“Una vez finalizada nuestra incursión como fabricantes, debido a la apertura de las importaciones en forma totalmente libre, tuvimos que hacer un giro comercial de 180 grados y nosotros también nos convertimos en importadores”, explicó Mario por su parte.
Esta figura comercial como importadores y exportadores fue para los Chesi una experiencia muy positiva, de características muy amplias en diversos rubros afines a la actividad. “Hoy continuamos importando mercadería para la venta por menor y mayor”, confirmó Aldo.
El negocio, hoy
Tras la muerte de los fundadores, don Quintilio en 1988 y María dos años más tarde, el emprendimiento pasó completamente a manos de los hermanos. Aldo se ocupó de los talleres y Mario de la parte contable.
En calle Las Heras el Tirolés, que luce su tradicional y emblemático cartel de un hombre saliendo a cazar ataviado como tal, cuenta con 15 empleados.
Dos de ellos llevan los trámites necesarios para portar armas exigido por la Anmac (ex Renar), siete son empleados que trabajan en horario rotativo y también participan seis integrantes de la familia Chesi.
“La unión de la familia siempre fue el eje de todo. En el momento de esplendor repartimos utilidades y en las crisis nada”, dice con humor Mario, indicando que las últimas palabras de su madre fueron: “No se peleen”.
Respecto de las mejores épocas, los Chesi aseguran que los inicios fueron los mejores. “Me acuerdo que papá le pidió al Banco Mendoza 110 mil pesos de aquella época para restaurar el negocio y se tuvo que hacer argentino para que se lo dieran, porque todavía tenía su nacionalidad”, aseguró Aldo. En tanto que de las crisis dijeron que cuando el Estado los comenzó a presionar con la carga tributaria, siempre tuvieron problemas.
“Nosotros vamos a seguir acá hasta el final, nos vamos a morir acá adentro, abrazados a la bandera”, dice Aldo comenzando a despedirse. “Nosotros acá nunca pasamos hambre, porque aprendimos lo que el negocio nos exigía”, sentenció.
Fuente: Diario Los Andes del 14 de mayo de 2018
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