El más grande de la Argentina se encuentra en El Hoyo, Provincia de Chubut.
El intrincado circuito de cipreses, que se inauguró hace tres veranos, en un valle rodeado de cerros, es el hit de la Comarca Andina del Paralelo 42, en Chubut.
“Tienen que elegir una de las nueve entradas, una sola llega al centro, las otras tienen puertas cerradas. Después, desde el descanso hay que encontrar la salida.” Las instrucciones que dan en la entrada para recorrer el Laberinto Patagonia, en un valle rodeado de montañas en El Hoyo, Chubut, son claras y precisas.
Pero la gracia es perderse libremente, sin buscar afanosamente la salida y disfrutar de esos cipreses verdes y frondosos cuidadosamente podados, a pesar de ser uno de los veranos más secos en años. Caminar, volver sobre los propios pasos, sin GPS que marque el camino. Y cada tanto parar y mirar el paisaje de alrededor, impactante, con los cerros pintados en el fondo y rodeado por el valle del río Epuyén.
Desde que abrió, hace tres veranos, el Laberinto Patagonia, el más grande del país, es el hit de la Comarca Andina del Paralelo 42. Nadie que anda por la zona se pierde la visita para ahora sí perderse entre los cipreses arizónica y macrocarpa que le dan vida al circuito.
Aunque es una de la nuevas atracciones, está a punto de cumplir 20 años, con una historia de gran esfuerzo y una clara pasión, casi obsesión, de sus creadores por los laberintos.
“El 1° de mayo de 1996 lo plantamos, después de un gran trabajo de mi marido, Claudio Levi, para diseñarlo. Me acuerdo que fue todo artesanal. Primero en una hoja, después lo pasamos a una cartulina y finalmente a escala lo dibujamos en la tierra, con un tacho de cal y un hilo, sin saber mucho de matemáticas”, recuerda Doris Romera, desde la confitería junto al laberinto, con grandes ventanales con vista a los cerros.
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Agua y podas
Fueron años y años de ver crecer lentamente los arbolitos, que habían comprado en el vivero del INTA de Trevelin, de querer abandonar todo, de pensar que el sueño del laberinto propio nunca se iba a hacer realidad. Pero con los años y las podas fue tomando forma, primero para disfrute personal y para las escuelas de la zona, porque no pensaban abrirlo al público, hasta que la comunidad insistió y ahora reciben alrededor de 200 visitantes por día.
El laberinto es un dédalo, tiene centro y salida y más o menos se recorre en media hora. Está en un predio de cinco hectáreas y ocupa una superficie de 8500 m2 (76 m x 112 m), con pasillos, plazas internas y caminos serpenteantes.
¿Cómo hacen para que esté tan verde y frondoso en uno de los veranos más secos? “Lo regamos con 150.000 litros de agua por día, da mucho trabajo, porque esta temporada casi no llovió y lo podamos tres veces por año, en diciembre, febrero y abril”, cuenta.
En la confitería, comandada por Doris, hacen tortas y otras delicias con productos orgánicos. “Acá es todo natural, las frambuesas las cosechamos nosotros, que somos productores; los lácteos son orgánicos. Hasta las mesas las hicimos nosotros, con las maderas de unos pinos que nadie quería por considerarlos plaga.”
El frozen de frambuesa y la torta de crema y frambuesas que sirven son la mejor recompensa después de perderse entre los pasillos del laberinto.
Ahora que apostaron por el turismo a tiempo completo, quieren seguir agrandando la familia laberíntica: “Me gustaría que hagamos un laberinto unidireccional, el clásico, que es más fácil, pero chiquito, bajo; podría ser de lavanda o de oregón, aunque tendrá que esperar un poco, la prioridad es adoquinar el laberinto grande”.
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Otros Laberintos de nuestro país.
Parque El descanso: En Los Cocos, a 104 km de la ciudad de Córdoba.
Uno de los laberintos más famosos del país. Enclavado en el parque temático El descanso, está inspirado por el que diseñó el Rey Minos en Creta, famoso por la historia de Teseo y el Minotauro. El parque cuenta además con una telesilla y museos temáticos como el grecorromano y el de apicultura, además del patio andaluz. En verano, recibe decenas de turistas que buscan un paseo diferente, desafiando el juego paisajístico hasta encontrar la forma de resolverlo.
Siete mil plantas de arbustos boj buxus sempervirens cubren una superficie de casi dos hectáreas, formando un gigantesco libro abierto con senderos que dibujan el nombre del escritor, sus símbolos preferidos y las iniciales de María Kodama. El espejo, el reloj de arena, la cara de un tigre, el bastón de un ciego y hasta la cinta de Moebius forman parte del recorrido de este laberinto borgiano.
Cómo llegar.
Desde el centro de El Hoyo, seguir por la ruta 40, hasta pasar la YPF (km 1901), doblar a la izquierda sin cruzar el puente y seguir 3,7 kilómetros bordeando el río, por camino de ripio.
Horario.
Hasta semana Santa está abierto todos los días y después sólo los fines de semana hasta el 1° de mayo.
Entrada. Cuesta $ 75 a partir de los 7 años; jubilados, $ 40. Menores, gratis.
Información
e-mail: laberintopatagonia@gmail.com
Tel: 0294-4450588
Dirección: Camino a El Desemboque km 3,7
www.laberintopatagonia.com
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